La ingobernabilidad del régimen

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La crisis que hoy se recrudece en los estados sureños yderivada de la reforma educativa, es el ejemplo ad hoc, que exhibe la ausencia de gobernabilidad de Peña Nieto

El origen etimológico del término gobernabilidad proviene del latín, del verbo gubernare que en castellano puede traducirse como “pilotar un barco”. Definiciones sobre gobernabilidad hay por decenas, me voy a permitir compartirle la del profesor en filosofía y sociólogo argentino Antonio Camou, porque rescata el carácter multidimensional de la misma: “Es un estado de equilibrio dinámico entre el nivel de las demandas sociales y la capacidad del sistema político (estado/gobierno) para responderlas de manera legítima y eficaz.”

Expresa también que la gobernabilidad implica una serie de “acuerdos básicos entre las élites dirigentes…en torno a tres ámbitos principales, el nivel de cultura política, el de las reglas e instituciones del juego político y consensos en torno al papel del Estado y sus políticas públicas estratégicas”. Dicho esto en palabras llanas, la gobernabilidad para que campee y genere  el equilibrio del que habla Camou, en el seno de la sociedad, requiere de mecanismos, procesos e instituciones que determinen cómo el estado debe ejercer el poder del que está investido, también cómo toma las decisiones sobre asuntos que generan inquietud pública, por un lado, y por el otro, cómo los ciudadanos articulan sus intereses, ejercen sus derechos, cumplen sus obligaciones y resuelven sus diferencias. 

La crisis que hoy se recrudece en los estados sureños y su importación a otras entidades federativas, derivada de la reforma educativa, es el ejemplo ad hoc, que exhibe la ausencia de gobernabilidad del gobierno de Enrique Peña Nieto. El manejo erróneo de la implementación de una reforma tan significativa para el país, hoy se lo están cobrando sus otrora aliados incondicionales, lo lamentable y doloroso en muchos casos de esta debacle, estriba en que están pagando justos por pecadores. 

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En primerísimo lugar el derecho a la educación que se consagra en el 3ro. constitucional, ya lo pisotearon, escupieron, masacraron y continúan haciéndolo sin sonrojo alguno. La educación de miles de niños y jóvenes les importa un soberano bledo. También han causado toda suerte de daños patrimoniales, a bienes públicos y privados; verdaderos actos de vandalismo, de raterías a diestra y siniestra, y sin ninguna consecuencia. La economía de las entidades federativas “tomadas” por los disidentes, de suyo tan vulnerable, la están haciendo añicos.  Agarran a los “tatuanes” alias lideretes sindicales, y más tardan en aprehenderlos que en soltarlos, porque la autoridad no tiene autoridad. Los gobiernos emanados del PRI le entregaron la rectoría de la educación al sindicato magisterial – a los lideretes, lo destaco, no a los agremiados – a cambio de votos, y con la reforma se la quitaron, se les fue el negocio de la vida. El ayuntamiento entre el partidazo y la mafia sindical procreó este monstruo. Su “Frankestein” trae senda factura y no se las va a perdonar, pero reitero, se están llevando al país hacia el abismo…¿ Y sabe qué, estimado lector? No les importa. La postura radicalizada de los protestantes está clarísima, es todo o nada, o “sepultas la reforma educativa o seguimos cargándonos a México, Peña Nieto.” Convirtieron la reforma en pretexto. ¿Mesas de diálogo? Jajajajaja…Corren millones de billetes financiando el movimiento…¿Quiénes son los mecenas?…

El gobierno priísta que regresaron 19 millones de mexicanos en el 2012, ni por asomo modificó una décima su estilo de entender el ejercicio del poder público, siguieron piloteando el barco de la misma manera, instalados en un absolutismo trasnochado, acedo, podrido hasta el tuétano. Con esa soberbia engendraron su Waterloo, hoy les estalla en las calles de los estados más pobres del país, un día en uno y al día siguiente en el otro. Ahí están las manifestaciones, los traen azorrillados, se ríen y se carcajean en sucara, hacen lo que se les da su regalada gana, han violado el orden jurídico a discreción, al cabo que saben que son intocables para el régimen. A mí esto me quedo clarísimo desde la comparecencia de Emilio Chuayffet, cuando fui integrante de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, y le pregunté que ¿por qué seguían pagando a los maestros que habían abandonado las aulas desde hacía meses y que estaban plantados en el zócalo capitalino, si a cualquier trabajador que se ausenta tres días por sus puros puntos, su patrón lo despide sin responsabilidad alguna? Su respuesta fue el silencio.

La ingobernabilidad del gobierno peñista está a la vista, sus titiriteros harán mutis a la hora en que les resulte insostenible mantenerlo, a ninguno de ese clan le quita el sueño el futuro del país. Finiquitado el negocio que por 86 años les ha resultado tan redituable – no obstante la alternancia de los 12 años –  abandonarán el barco, como lo hacen los roedores ante la inminencia del naufragio. El 5 de junio el electorado le puso un revés al PRI, le dijeron de manera contundente que estaban hasta la coronilla de su desvergüenza, de su cinismo y del desaseo con que habían gobernado y administrado por décadas aquellos estados, que la ristra de ineptitudes e ineficacia en la conducción de la cosa pública resultaba insoportable, y por ello les retiraban la confianza. Obró el hartazgo. A otros los movió la esperanza y no van a perdonarle al PAN ningún desvío, y estarán en lo correcto. 


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