La Gran Farsa del Bienestar: La Encuesta del Gobierno que No Mide la Realidad

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Resumen

Mientras millones de mexicanos sobreviven apenas con un salario que ya no alcanza, el gobierno publica encuestas que presumen felicidad nacional. Pero esas cifras, más que reflejar la realidad, solo camuflan el hartazgo y la resignación.

Cada cierto tiempo, el gobierno federal —con bombo, platillo y cadenas de propaganda— anuncia que “la mayoría de los mexicanos se sienten felices” o que “la gente cree que el país va por buen camino”. Difunden cifras que supuestamente reflejan optimismo y bienestar general, como si el México de a pie se pareciera en algo a su fantasía oficial. Pero esas encuestas no miden la realidad, la maquillan.

El truco detrás de la estadística

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La mayoría de esas encuestas se sustentan en muestras sesgadas, mal diseñadas o aplicadas estratégicamente en sectores de población que sí pueden permitirse decir que “no están tan mal”. No porque vivan en el paraíso, sino porque su situación, aunque precaria, es estable: asalariados formales, con ingreso fijo, con acceso mínimo a transporte y alimentación. Es decir, sobreviven, y eso ya es mucho en un país en crisis.

Pero que alguien sobreviva no quiere decir que esté bien. Que llegue a su trabajo en metro, con boleto pagado, y pueda comer un taco a mediodía, no significa que tenga una vida digna, ni que apruebe al gobierno. Lo que revela es el umbral de resignación al que han llevado a millones.

El sesgo del asalariado urbano

Tomemos un ejemplo claro: si se hace una encuesta en la salida de una estación del Metro, en una zona donde transitan diariamente obreros y trabajadores asalariados, muchos dirán que “las cosas no están tan mal”. ¿Por qué? Porque:

Tienen ingreso seguro.

Siguen moviéndose en transporte público.

Pueden comparar su situación con otros que están peor (desempleados, informales, migrantes, etc.).

Se han acostumbrado a vivir con inflación, con precariedad, con miedo.

Esa resignación se convierte en estadística y el gobierno la convierte en narrativa: “El pueblo está contento”. Falso. El pueblo está aguantando.

Lo que el gobierno no quiere medir
Una verdadera encuesta sobre percepción de bienestar debería:

Separar bienestar económico, emocional, social y futuro.

Incluir zonas rurales, marginadas, hogares sin acceso a salud o con inseguridad alimentaria.

Medir el acceso a servicios, la violencia, la desesperanza de los jóvenes.

Evaluar el grado de confianza en las instituciones, en el porvenir, en el trabajo digno.

Pero el gobierno no quiere saber eso. Porque si lo midiera con honestidad, el resultado sería devastador: millones de personas sin transporte propio, sin medicinas, sin esperanza, viviendo con miedo o coraje, viendo cómo su salario desaparece mientras la inflación galopa.

La felicidad no se impone

No se puede imponer la idea de que “todo está bien” a golpe de propaganda. No se puede usar la estadística como bálsamo para una realidad cruda. Si millones de mexicanos dicen que “todo sigue igual”, no es señal de aprobación: es síntoma de hartazgo y anestesia colectiva. El problema no es que estén contentos. El problema es que han perdido la expectativa de que algo pueda cambiar.

Y eso es exactamente lo que el gobierno necesita para sostenerse: una población que no se queje demasiado, que se conforme con sobrevivir y no exija nada más. De ahí la utilidad de las encuestas oficiales: no como instrumento de diagnóstico, sino como herramienta de manipulación emocional.

Conclusión: el país no está bien. Solo está silenciado

La próxima vez que escuche que “el pueblo está feliz”, recuerde esto:

No confunda resistencia con bienestar.

No confunda resignación con aprobación.

Y no confunda propaganda con verdad.

Porque mientras el gobierno presume estadísticas, el pueblo cuenta ausencias.

El autor es un ciudadano, trabajador, observador incómodo del país que nos están robando.

@EnriqueDavilaV


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