La Dignidad Frente a las Campañas

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Una de las premisas fundamentales para sostener y fortalecer un sistema democrático, consiste en el irrestricto respeto a la dignidad de las personas, inclusive ese concepto forma parte del lema adoptado desde sus inicios por el Partido Acción Nacional: “Por una Patria Ordenada y Generosa y una Vida Mejor y Más Digna para Todos”, en tanto que encierra un significado indisolublemente vinculado a los derechos y las libertades.

Han pasado siglos y, la permanente lucha por la dignidad prevalece. Es bandera y pilar que nutre y motiva los movimientos sociales de corte democrático: reconocer el derecho a la vida, a la libre manifestación de ideas, de pensamiento, de reunión, de trabajo remunerativo, a la alimentación, a la salud, al esparcimiento, a un ambiente sano, de tener acceso a la justicia, a la integridad física, a la información y a muchos otros derechos humanos que están ligados a la dignidad que todos merecemos, incluyendo como ciudadanos el libre, secreto e individual derecho a elegir a nuestros gobernantes.

Sin embargo, la lucha por el poder es cruenta y en no pocas ocasiones culmina pisoteando y sometiendo a los pueblos, de ahí, que hayan surgido movimientos como el del Dr. Salvador Nava Martínez, en México; Martin Luther King, en Estados Unidos; Ghandi, en la India; Lech Wallesa en Polonia; o Nelson Mandela en Sudáfrica, y muchos otros que tiene registrados la historia, por haber penetrado a la conciencia colectiva en defensa de los derechos sociales y en contra de la opresión.

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Todo esto viene a colación particularmente por encontrarnos en etapa electoral. Ello implica que las campañas políticas tienen como principal objetivo lograr atraer el voto ciudadano, a través de un mensaje que diga qué van a hacer para elevar la calidad de vida de las personas, no obstante, las estrategias utilizadas se han inclinado más en manchar la imagen del adversario, conocidas como campañas negras, prevaleciendo sobre la propuesta opacándola casi por completo.

 

Por otra parte, se percibe y es el punto neurálgico al que pretendo referirme, una tendencia corporativista, regresiva, cuya base es la cooptación de votos a través de prebendas, aplicando todo tipo de artilugios que el viejo régimen conoce bien, a partir de lucrar con la necesidad de la gente para obtener el sufragio, socavando la dignidad de las personas y con ello retrocediendo en la conciencia democrática.

 

En mayor o menor medida, casi nadie escapa de esas prácticas, porque el omitirlas los deja fuera de la jugada y, aunque tenemos avances normativos electorales, sin embargo, el desarrollo democrático aún dista mucho de lo deseable.

 

Los discursos y los hechos son opuestos, las reglas se evaden y rompe las esperanzas sociales.

 

Aun así, observamos algunos elementos -para como están las cosas-, que dan aliento: en términos generales las diferencias se someten al escrutinio de las urnas y, las fuerzas políticas están más equilibradas, por lo tanto, existe competencia, solo falta recordar todos los días a todas horas, que el objetivo, la misión, la meta, no es únicamente ganar los procesos electorales, sino luchar incansablemente por el respeto a la dignidad de las personas.


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