La instrumentación para el desmantelamiento de una serie de instituciones y organismos autónomos a partir del sexenio anterior, con el objeto de concentrar esas facultades en el ejecutivo, ocasionaron un proceso de transición que no termina de aterrizar, por el contrario, en algunos casos fue solamente un pretexto para cercenar funciones incomodas, como el acceso a la información pública.
Si a eso le sumamos la erosión de un Poder Legislativo que hace las veces -dada la abrumadora mayoría oficialista- de oficina administrativa, sin contrapeso alguno y, completamente condescendiente para aprobar todo lo que le ponen enfrente sin importar las consecuencias.
También, en paralelo, ahora tenemos un Poder Judicial sometido al servicio del ejecutivo, comuna Suprema Corte de Justicia de la Nación carente de dignidad y, con integrantes en buena medida sin capacidad para desempeñar el cargo, atrás quedaron las deliberaciones jurídicas de altura, ahora se encomiendan a las limpias de curanderos tradicionales.
Aunado a la cooptación del Instituto Nacional Electoral y los Tribunales correspondientes a esa materia, que se han entregado a los brazos de la cuarta transformación, su actuar obediente los alejo de la imparcialidad a que estaban obligados, su compromiso con el gobierno fue más fuerte que su responsabilidad con el país.
Que decir de la institución jurídica más relevante por excelencia que es el juicio de amparo, mecanismo fundamental para proteger, garantizar, preservar y reparar los derechos de las personas frente a los excesos de la autoridad, legado indiscutible de forjadores de la Patria, que dieron brillo al crear ese medio de defensa, que ha demostrado su gran utilidad evitando la arbitrariedad de las autoridades.
No obstante, han decidido cercenar a través de reformas ese medio de control constitucional, le restan eficacia y efectos que favorecen a los gobernados, les restan derechos para acudir al amparo en aras de proteger excesos del gobierno.
En la historia del México independiente y soberano, nunca habíamos visto tan atroces desfiguros, la andanada para acabar con el andamiaje institucional ha sido brutal, sostenido y justificado a base de una narrativa que se hace descansar en el lastre de la corrupción, tema que cala hondo en la sociedad.
Esa justificación se está desmoronando con los recientes acontecimientos donde salen a la luz pública prácticas de distinguidos miembros del movimiento cuatroteista involucrados en esos patrones de conducta, donde, por cierto, salpican a instituciones que gozaban de gran prestigio como la Marina Armada de México.
Nos damos cuenta de que la impunidad sigue imperando en este país aun a costa de socavar los pilares institucionales que sostienen la endeble república, han puesto por encima del interés general el particular y de grupo.
Han impuesto un sistema de conservación de poder, sin comprender que somos sin excepción alguna, transitorios en este mundo, lo que permanece es el Estado y, es precisamente el eje central para construir una arquitectura institucional sólida con visión de futuro.
Probablemente sea mucho pedir.
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