La consulta del domingo primero de agosto

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Por: Julio Faesler

Suele decirse que las políticas exteriores son reflejo de las internas. La política de comercio exterior es un caso. El Presidente de la República mucho reconoció la firma del T MEC pero en la práctica muchas decisiones que ha tomado contrarían los propósitos de ese tratado trilateral. Descalificando la finalidad del T-MEC y generando preocupaciones norteamericanas y europeas se anularon contratos privados que habrían aumentado la producción. Antes de que termine el sexenio actual aflorarán problemáticas confrontaciones.

En lugar de atender compromisos en materia de cambio climático y procurar reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, se ha reforzado la producción de los mismos y se ha obstaculizado la promoción de fuentes naturales de energía.

Hemos aceptado rigurosas disciplinas laborales y exigencias de contenidos regionales en nuestras exportaciones.  Se ha limitado nuestra libertad para concertar acuerdos comerciales con países que no son de economía de mercado.

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En lugar de estimular la producción y financiar a las PYMES que emplean a la mayoría de los trabajadores de México la apertura comercial neoliberal que el gobierno mantiene facilita importar artículos que podríamos hacer en México como los equipos de transporte urbano que ya hemos comentado en este espacio.

El enfoque del Presidente no es consolidar un desarrollo de nuestros recursos de acuerdo a nuestros intereses fundamentales. En este gobierno, al igual que en los anteriores el desarrollo económico mexicano es un simple engrane dentro del gran proyecto Norte América que Washington promueve para asegurar su hegemonía sobre China.  El T MEC abre el mercado norteamericano a nuestros productos a condición de encorsetarlos a su estructura.

Sin promover una política integral de desarrollo socioeconómico y educativo que coordine producción, empleo y consumo, con vinculación a los esfuerzos de la Secretaria del Trabajo para preparar a los jóvenes, la Cuarta Transformación quedó estancada en un fallido combate sectario a la corrupción. De no corregirse esta situación con los actuales funcionarios de la Secretaría de Economía el futuro de nuestro comercio exterior seguirá dependiendo de lo que resulte de la lucha que se intensificará entre las dos potencias mundiales.

Es éste uno de los grandes temas del momento y no hay tiempo ni energías que perder en inaceptables consultas como a la que nos convoca el Presidente y cuyo único previsible resultado es la continuación de un interminable proceso de enjuiciamientos a los “actores políticos” culpables de indefinidos delitos.

El umbral que se requiere para acreditar la validez de la Consulta es 40% del padrón electoral de 93 millones. Una mayoría de votos favorables dará inicio a una interminable serie de sesiones publicitadas donde el resultado más ambicioso de la Consulta sería el debilitamiento del INE o incluso su desaparición. En caso de una votación adversa Morena amenaza crear su Comisión de la Verdad para prolongar la cadena de distracciones de las que se vale AMLO para desatender los problemas del país.

La Consulta prepara escenarios para el proceso sobre la revocación del mandato presidencial el año entrante y las elecciones presidenciales de 2024 que podemos temer serán muy contestadas.

Cuando más urgencia tenemos de atajar los muy numerosos problemas que las confusiones internacionales y, desde luego las propias, presentan al gobierno y a la ciudadanía brota la inaceptable propuesta de entretener soluciones que urgen. La situación no es solo nuestra. Tanto los vecinos al norte, los países latinoamericanos, los europeos, asiáticos y de África enfrentan problemas políticos internos que se agravan con pandemias y cambios climáticos. Es de una inconsciencia criminal lanzar un fierro al engranaje y trabar aún más los mecanismos de un gobierno ya muy emproblemado y cuestionado con consultas tan artificiales y mal intencionadas como la de los enjuiciamientos fantasmales propuestos para mañana.

La oscura consulta del primero de agosto obliga a una ciudadanía consciente a no engrosar con su participación la estadística que desencadenará más confusión a la que ya campea en nuestra sufrida Patria.

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