¡’Juanita’ vive y la lucha sigue!

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Juanita —nombre cariñoso que recibió hace más de un siglo esa hierba— está en el Templo Mayor de la Justicia mexicana, desnuda y expuesta por ser el cuerpo del delito. La llevaron ahí quienes demandan amparo y protección para hacerla nacer, ayudarla a crecer y disfrutarla sin sobresaltos.

En tanto su humo deleitó a soldados, obreros y campesinos, a nadie alarmó; pero cuando sus amores también se prodigaron en estratos sociales y culturales “superiores”, la vida se le complicó.

Es perseguida en muchos países y tolerada en otros donde se erogan cantidades importantes de dinero para tratar de rescatar a los que la aman con pasión: sus adictos. Aquí su sobrevivencia, su combate y su comercio han llenado celdas con criminales y tapizado el territorio nacional con miles de muertos.

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Algo tendrá la tal Juanita que provoca grandes y encontradas pasiones, al tiempo que nos recuerda que: “quien bien te quiere te hará llorar”.

Dos afirmaciones podemos hacer:

La primera, su alta categoría de juristas, su probada responsabilidad social y la pluralidad de criterios de los integrantes de nuestro Máximo Tribunal, garantizan un interesante debate que próximamente conoceremos —en el que participarán cinco u 11 ministros— y darán cuenta, además, del sentido y fundamento de los votos que emitan para decidir lo que consideren que mejor conviene a la sociedad, armonizando el ejercicio más amplio de las libertades de los individuos con la ineludible responsabilidad del Estado de proteger la salud pública.

La segunda, que tope donde tope, ¡Juanita vive y su humo sigue! Millones la quieren, para algunos científicos y académicos es insuficiente que su consumo personal no sea punible, reclaman que si se puede consumir, debe quedar claro que se podrá producir sin riesgo de persecuciones; pero, por encima de todo y de todos, de simpatías y rechazos, de usos y adicciones, se halla indisolublemente vinculada al COMERCIO y al CRIMEN, ambos sin fronteras. Eso es lo delicado.

Ahora bien, ironías de la historia: sin denostación a persona alguna, vale decir que los mariguanos de hoy descienden emocionalmente de “La Cucaracha”. Cuentan que a fines de 1800 a un soldado así apodado no había dios que lo hiciera marchar si no se le proveía del carrujo que, humeante, hacía crecer en él su valor y le permitía ver con más intensidad los colores de la mil veces gloriosa Bandera Nacional.

Fue tal la rotundidad del reclamo y la firmeza de su parálisis, que pasó a la posteridad en uno de los “corridos” mexicanos más populares, que por 1910 hizo trilogía con “La Adelita” y “La Valentina”.

Usuarios, adictos y simpatizantes de Juanita deben decir: sin ella, ni un paso más; y les daría excelente resultado si antes del próximo miércoles cantaran en coro a las puertas del Palacio de la Justicia Federal: “La cucaracha/ la cucaracha/ ya no puede caminar/ porque no tiene/ porque le falta/ mariguana que fumar”.

Que nada nos preocupe, sea lo que fuere ¡Juanita “vive y, por su humo y su venta, la lucha sigue”.


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