¿Qué hacer con las drogas? Una mirada desde América

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El continente americano es uno de los espacios más violentos del mundo y uno de los factores que ha provocado esta alarmante situación es el aumento en la producción, consumo y tráfico de drogas. A lo largo de varias décadas, la política contra las drogas ha sido meramente reactiva, centrada en un enfoque prohibicionista. Ello ha abierto un debate regional donde, por primera, vez diversos expresidentes han señalado el fracaso de las acciones gubernamentales en la contención de los efectos dañinos del uso de las drogas, ya que aunque se han destinado millones de dólares, y las agencias de seguridad aumentan en tamaño día con día, el problema se ve agravado en consumo, violencia, muerte y penetración del crimen organizado en las instituciones del Estado. Sin lugar a dudas, estamos ante uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo que pone en riesgo la viabilidad del Estado y la seguridad de nuestras familias.

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Consciente de este reto, la Organización de los Estados Americanos (OEA), que agrupa a 34 naciones, realizó en esta semana la 46 Asamblea General Extraordinaria titulada: Por una política hemisférica de drogas de cara al siglo XXI. Se trató de una cumbre que da continuidad a los esfuerzos emprendidos para analizar a fondo la complejidad del problema y generar acciones coordinadas de cara a la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas que se celebrará en 2016.

El secretario General de la OEA, José Insulza habló de la importancia de construir consensos en torno a nueva política contra las drogas. Y se refirió a algunos acuerdos que en el seno de la OEA ya se han alcanzado. El primer consenso, es que el problema de drogas se debe abordar con un enfoque de salud pública destinando los esfuerzos y recursos necesarios para atender las causas que originan la enfermedad crónica de dependencia a las drogas. El segundo consenso, expresa la importancia de implementar reformas judiciales orientadas a proveer alternativas al encarcelamiento. Al respecto se están impulsando cuatro líneas de acción. 1) La revisión de la severidad de las sentencias y tipificación de delitos para algunos perfiles específicos de personas infractoras vinculadas con el mundo de las drogas. 2) La búsqueda de alternativas al encarcelamiento para infractores dependientes de drogas, así como para personas que cometen delitos menores y que constituyen los eslabones más débiles en las cadenas del tráfico. 3) La aplicación de un enfoque de salud pública para la población infractora dependiente de drogas dentro del sistema penitenciario. 4) Un énfasis en la integración socio-laboral para personas en conflicto con la ley por problemas de drogas, tanto dentro de una modalidad de alternativas al encarcelamiento, como dentro del sistema penitenciario.

El tercer consenso, es que el crimen organizado transnacional es un actor principal que se expande y ramifica a través del tráfico ilegal de armas, contrabando, piratería, trata de personas, tráfico de migrantes, tráfico de órganos, entre otros.  Estas redes criminales sólo pueden ser prevenidas y combatidas en un contexto de cooperación internacional. Por último, el cuarto consenso se refiere a la necesidad de fortalecer las instituciones judiciales y de orden público. En este sentido, se deben profundizar los esfuerzos en la profesionalización de sus fuerzas policiales, el fortalecimiento de las instituciones judiciales y el combate a la corrupción y la impunidad.

Ante las nuevas realidades en torno al fenómeno de las drogas su tratamiento desde el ámbito de las políticas públicas, debe abordarse desde todas perspectivas necesarias. Además del enfoque de seguridad y de Estado de derecho que ha prevalecido frente a los grandes distribuidores, también se tienen que atender fenómenos como la ruptura de la cohesión familiar, la falta de espacios educativos y el creciente desempleo juvenil.

Sólo con un debate de altura, con enfoques integrales, acciones multilaterales y una voluntad política decidida podremos hacer frente a este gran desafío del siglo XXI. Las aportaciones que desde nuestra región hagamos al debate mundial sobre este tema serán fundamentales.


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