Inacción suicida de la autoridad

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Por: Alejandro Díaz

Los viajes por tren fascinan, incluso a los que jamás se han subido a alguno. Sueñan con viajar en uno aunque en México se limiten a las única posibilidad real que existe: el Chihuahua-Pacífico o CHEPE. Quizá algún soñador piense que él tan mentado Tren Maya se termine, pero por el momento quien no tenga intención de viajar en el CHEPE sólo puede intentar abordar los fines de semana el Tequila Express para ir a esa ciudad desde Guadalajara.

El que no haya trenes formales de pasajeros en México no quiere decir que los centroamericanos no utilicen los de carga como se usaron en tiempos de la Revolución de 1910, sobre los techos. Mientras miles de nuestros vecinos usan el tren en su viaje al norte, en nuestro país nos dejamos cautivar por el transporte carretero en todas las direcciones y dejamos el ferrocarril para el transporte de carga.

Enormes máquinas que remolcan cientos de vagones cargados con miles de toneladas de mineral, granos y mercancías; con ellos la minería, la industria y buena parte de la producción agrícola mantienen su vigencia. Por su alta capacidad y bajos costos el ferrocarril conduce buena parte de la vida económica del país que si hubiera que transportarla también por carretera saturarían éstas y se multiplicarían los accidentes.

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Pero las vías no recorren todos los rincones del país. Especialmente en las sierras existe la dificultad para tender vías sobre terrenos montañosos y cambiar de vertiente para llegar del altiplano a los puertos. Esto determina que muy pocas crucen la Sierra Madre Occidental: la del CHEPE, las de Guadalajara hacia Mazatlán y hacia Manzanillo y la de Uruapan a Lázaro Cárdenas. En otra ocasión abordaré las que cruzan otras sierras. Por ahora me concentraré en la última.

Construida hace 35 años está vía logró atravesar la Sierra, uniendo el centro del país con el puerto michoacano y ha llegado a ser una de las comunicaciones más importantes de México. Por ella circulan además de minerales y acero, contenedores provenientes de distintas regiones del Pacífico con importaciones demandadas por el comercio y la industria nacional. Esta vía férrea es una importante arteria económica.

En 2015 el puerto de Lázaro Cárdenas manejó el 30% del total de la carga marítima nacional, llevando productos necesarios para la economía al centro del país. Hoy en día manejan menos, entre el 15 y el 20%, haciendo crecer otros puertos, principalmente del vecino del norte. ¿Quien ha ganado? Posiblemente sólo los transportistas carreteros, porque la mala fama persigue al puerto y a su comunicación por vía férrea.

Todo porque su importancia atrae a quienes la bloquean para enviar mensajes a la autoridad. Sin temor osan bloquear la ruta. En el pasado fueron los integrantes de la CENTE quienes lo hicieron en demanda de pagos atrasados y para reclamar plazas, ahora son vecinos de un poblado cercano a la vía que protestan por la desaparición de una persona. Si el año pasado detuvieron durante 200 días las corridas de trenes, afectando la economía local y la nacional con presiones salariales y de contratación, ahora van dos semanas reclamando la desaparición de un vecino.

Sin desestimar las razones de las protestas, no son los bloqueos ni la ausencia de autoridad la solución. Si quienes protestan tienen argumentos válidos, deben exponerlos sin afectar a los demás. Autoridades federales y locales deben atender las quejas al tiempo que impidan bloqueos de las vías de comunicación. Si las autoridades siguen sin actuar, pronto otras vías serán bloqueadas, claro sin incluir el sacrosanto Tren Maya.

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