Tenemos los mexicanos una herencia histórica de grandeza. Nuestras culturas
prehispánicas tuvieron desarrollo y esplendor. Nuestros ancestros llenaron de luz los
registros y hallazgos antropológicos. Nuestro origen, compuesto de diferentes culturas a
lo largo y ancho del territorio que ahora conocemos como México, dan cuenta al mundo
de que aquí los pueblos prehispánicos vivieron inmersos en un mundo de creencias, mitos
y dioses.
La mayoría de los pueblos de la antigüedad mantenían una relación cercana con la
naturaleza, pues suponían que existía algo más que lo percibido por los sentidos. Cada
integrante de la comunidad se relacionaba con lo sagrado de manera individual, al hacer
un conjuro antes de entrar al bosque o al orar antes de dormir. Además, hubo una rica y
vistosa vida religiosa en Mesoamérica: pirámides en todas las ciudades, altares en las
plazas y templos, espléndidas ofrendas y una jerarquía sacerdotal que dirigía las fiestas y
las danzas de toda la población.
Fueron guerreros indomables, cuyas hazañas las plasmaron con símbolos que reflejan su
espíritu creativo, los que conocemos a través de los múltiples códices y sus elementos
cartográficos que incluyen a los mayas, mixtecos, aztecas, , borgias, zouche nuttal y otros
más, documentando así que la evolución que precedió a la llegada de los colonizadores
españoles, alcanzo avances y progreso, además de un orden social y una distribución de
los roles de la cual podemos sentirnos orgullosos sin detenimiento.
Por lo abundante de la información que compone nuestro rico acervo heredado, se hace
imposible registrar en corto espacio las culturas y los legados de nuestras raíces al México
contemporáneo. Pero lo más triste es que es aún más difícil alcanzar la grandeza y el
esplendor en tiempos actuales, producidos por las nuevas generaciones contemporáneas
de mexicanas y mexicanos que pese a todo, procuramos continuar escribiendo en la línea
del tiempo, nuevos registros culturales, sociales y aportes a la humanidad, con la intención
de progresar y seguir adelante, en nuevos tiempos y nuevas circunstancias cada vez más
complejos.
Hoy, resulta lamentable que sea precisamente los logros deportivos, aquellos que
convocan a más cantidad de connacionales, expectantes a los medios de comunicación,
fieles seguidores de las hazañas y las proezas deportivas. No así, injustamente, quienes
alcanzan notoriedad y reconocimiento mundial por sus destacadas incursiones en las
ciencias y en las artes, pasan a segundo término y en ocasiones, no han sido capaces de
convocar ni obtener reconocimiento multitudinario ni fama social.
Esta semana inicia con un equipo seleccionado de mexicanos que compiten en el Clásico
Mundial de Beisbol 2023, certamen que reúne a las mejores selecciones del mundo y en donde México por primera vez en la historia del certamen accede a jugar unas semifinales,
disputando junto con Cuba, Estados Unidos y Japón la distinción de jugar el mejor beisbol
del orbe. Por ser un deporte de conjunto, llama la atención que los mexicanos logren
coordinación, trabajo en equipo, unidad de objetivos y un juego que esperanza en ganarle
a los grandes en fama y reputación. Ojalá se logre el logro deportivo, que daría emoción y
alegría a millones de mexicanos, nos guste o no ese deporte, simplemente por la
significancia como pueblo. Además, Checo Pérez encabeza el campeonato mundial de
pilotos en la fórmula 1 y también ha puesto la bandera de México y nuestro himno a
escucharse en el mundo.
Usando esos ejemplos, debemos ya cerrar heridas, cicatrizar las afrentas, evitar la
polarización y sanar nuestro tejido social. Tenemos que sentirnos orgullosos del ayer y
empujar todos juntos para construir el mañana, que sea mejor, para esta y las futuras
generaciones. El reto es grande, los motivos, correctos. Si podemos, siempre y cuando lo
queramos.
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