Estamos ante la guerra de las consultas. De buenas a primeras aparecieron en la liza mediática tres propuestas de consultas populares, presentadas a nuestra difusa opinión pública por las fuerzas políticas dominantes en el Congreso de la Unión:
El PRD desea preguntarle al pueblo si quiere revertir la ya aprobada Reforma Energética; el PAN pretende consultar a la sociedad si, mediante reformas a la Ley Federal del Trabajo, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos fije un nuevo sueldo mínimo que satisfaga todas las necesidades de una familia y garantice así los mínimos de bienestar que determine el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Y el PRI no podía quedarse atrás: desea consultarle a la ciudadanía si está de acuerdo en quitarle al Congreso de la Unión, de un plumazo, 32 senadores y 100 diputados federales plurinominales.
En mi modesta opinión, las tres propuestas son populistas que buscan efectos mediáticos; se trata de anzuelos bien cebados, lanzados al mar de insatisfacciones, inseguridad, pobreza y aun desesperanza, en que se debate buena parte de la sociedad nacional.
Me referiré en este espacio a la consulta del PRI y diré de entrada, que dicha consulta definitivamente no procede; basando mi dicho en que las consultas populares sólo atienden a la posibilidad de modificar leyes federales y secundarias y no a la Constitución, por lo que seguramente la Suprema Corte de Justicia de la Nación (quien es la autoridad competente para analizar la viabilidad de las propuestas) no le dará entrada. Por otro lado, coincido absolutamente con el diputado federal panista Fernando Rodríguez Doval, quien en declaraciones recientes a Excélsior afirmó que se trata de un tema electorero y hasta contradictorio: en el reciente proceso de Reforma Político-Electoral, ni siquiera los priistas pusieron el punto sobre la mesa. Y cuando el diputado del PAN Homero Niño de Rivera, propuso una reserva para eliminar a los legisladores plurinominales, ¡el PRI votó en contra!
Como bien lo señala el diputado Rodríguez Doval, si prosperara esta maniobra, el PRI, o cualquier partido, estaría sobrerrepresentado en el Congreso de la Unión , regresaríamos a los tiempos del carro completo, cuyas sombras (el voto duro priista) aún merodean en los escaños y en las curules de las Cámaras de los Diputados y de los Senadores.
Tendríamos también un gobierno autoritario, haciendo de las suyas con menos de 39% de los votos emitidos en las elecciones de 2012, y un Congreso subordinado, sin los necesarios contrapesos que exige una democracia genuinamente representativa.
Voy más lejos: en el juego de pesos y contrapesos de las democracias modernas, el poder público no solamente debe alentar y aún defender la participación de fuerzas opositoras responsables en el escenario político-electoral, sino además garantizarles, en el marco de la ley, que tengan las mismas oportunidades para eventualmente conquistar el poder. Ese es el desafío.
En nuestra democracia, todavía en transición, ningún actor es eficaz por sí mismo. Cuando el presidente de la República y los otros Poderes de la Unión, los gobernadores y los alcaldes, respetan sus límites y la dependencia en común, las cosas funcionan con eficacia en beneficio del pueblo.
Desde luego, no se trata aquí de hacer una defensa a ultranza de los legisladores plurinominales, que fueron incorporados al Poder Legislativo para salvar el escollo que para la democracia representativa real, representaba un partido protegido desde el Ejecutivo, arrasador y controlador, sin equilibrios que lo limitaran. Ese escollo persiste. Se resiste a renunciar a sus privilegios e inclusive, lo vemos hoy, quiere retornar al poder absoluto, sin discordancias incómodas.
Pero las fuerzas opositoras (y el PAN es la principal entre ellas), no pueden y no deben dormirse en sus laureles. En el Distrito Federal, como en todo el país, tiene que ir en busca de los ciudadanos y volver a nutrirse de su fuerza indubitable Hay que ir por más base social. Por senadores y diputados electos por mayoría, y no estar esperanzados a las participaciones plurinominales.
Al mismo tiempo, necesariamente, atender y corregir las causas de la desvinculación y del alejamiento de quienes, en su momento le dieron un voto de confianza.
Ese es el verdadero reto de cualquier partido político, no lo perdamos de vista.
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