¿Ah, no me toca? ¡Me voy!

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Independientemente de otros partidos en el mismo caso, en Acción Nacional se han dado algunos procesos de renuncias, públicamente ventiladas, de militantes muy conocidos. No necesariamente “distinguidos”.

Hay en principio dos tipos de renuncias, aunque en el fondo tienen un piso común. Éste es la desilusión por un amplio deterioro de la cultura doctrinal panista. Se dan más casos de superposición de los intereses personales y de grupo sobre los intereses panistas del bien común.

Entre militantes panistas comprometidos con esa búsqueda de una patria mejor para todos, por auténtica voluntad de servicio, hay muchos otros que llegaron al PAN en búsqueda de beneficios personales. Este último caso puede ser el simple y penoso interés del poder, del lucimiento personal, del espacio en los medios sobre su persona y, en ciertos casos, directamente por intereses de dinero y disfrute de canonjías y hasta fuero.

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Por una laxitud en la aceptación de nuevos militantes y de formación doctrinal para quienes ya están en el partido, llegan algunos que en principio sí piensan en el valor ético de la participación en política partidaria. Sin embargo, una vez pasado cierto tiempo se dejan llevar por la seducción del poder que entrañan los cargos electorales, internos y públicos. Esto se convierte entonces en su principal obsesión y el bien del país pasa desde segundo término hasta el completo olvido.

De esta forma, se llega a la crisis de buscar una candidatura al ejecutivo o al legislativo, como el asunto más importante del momento. Pero cuando no obtienen esa nominación, se rasgan las vestiduras y renuncian al partido, en general para buscar lo mismo en otros institutos políticos. Presentarse como víctimas de dirigencias partidarias no es justificación.

Esas renuncias dejan en claro qué es lo que buscaban en Acción Nacional: su muy personal interés por llegar al poder. No sirve entonces el alegato de irse porque no recibieron apoyo, porque el partido “los abandonó”, porque se lo habían prometido y otras explicaciones semejantes.

“Me tocaba”, dicen, y no me dieron lo que merecía, lo que me prometieron, lo que estuve ganándome por tanto tiempo, y se van. Se van no en silencio, sino publicitando el asunto lo más posible, con la intención de perjudicar al partido que abandonan y ensalzar su persona, algo que puede ser como un relampagueo momentáneo de protagonismo, que en seguida desaparece.

Cuando los proyectos políticos personales se ven truncados, sobre todo en periodos pre-electorales, las explicaciones de un alejamiento de los ideales originales de Acción Nacional por parte de las dirigencias, para respaldar su renuncia, se vuelven intrascendentes.

¿Por qué? Porque hay panistas íntegros que han visto también truncadas sus aspiraciones políticas por razones de no estar en el grupo en el poder, local o nacional, pero que piensan más en el servicio político nacional del PAN, y se quedan. Es más importante el ideal de servicio que la propia persona.

Hay otros militantes, incluidos algunos muy distinguidos y de probada lealtad a la doctrina, que renuncian por ver más deterioro doctrinal en muchos de sus correligionarios del que están dispuestos a soportar. Les falta paciencia y sentido de largo plazo, así como desconocer que el trabajo de vuelta al origen dará resultados.

Quienes piensan que la institución y su larga trayectoria de servicio al bien común sobrevivirán a dirigencias que no son de su agrado, en general no renuncian al partido (el que sea) y trabajan para lograr el cambio deseado. Su paciencia y la expectativa de poder mejorar las cosas, hacen que se queden. Dan a conocer su disgusto y sus frustraciones, pero se quedan. Pero a veces, “los héroes están cansados”. No se van para que otros partidos los hagan candidatos.

Si se abandona un barco de vida porque hace agua, que puede con esfuerzo y paciencia corregirse, la renuncia se vuelve inaceptable; aunque puede ser perdonada por la enorme carga emocional que puede conllevar.

Pero volviendo al principio, lo que deja en evidencia la superposición del interés personal frente al servicio al bien común de algunos que renuncian por no conseguir candidaturas, hace que todas sus explicaciones de victimización se hagan humo.


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