Huesos de San Lorenzo

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A finales de 2015 vio la luz, bajo el sello de Tusquets editorial, Huesos de San Lorenzo (230 págs.) del joven escritor lagunero Vicente Alfonso (Torreón, 1977), obra que un año antes ganó el certamen de literatura “Sor Juana Inés de la Cruz”, convocado por el gobierno del estado de México.

Entre provincianos, frecuentemente se presenta cierta tentación irrefrenable a encomiar en exceso o magnificar de plano la obra –cualquiera que sea su índole- que tenga por autor a un paisano. Tal vez más cuando se trata de La Laguna, por su conocido y marcado regionalismo, tan fuerte como el que sólo puede derivar de una sólida y varias veces centenaria identidad comarcana, de raíz tan fuerte que va mucho más allá de la identidad que da el sólo saberse miembro de una determinada demarcación política estatal.

Por lo que hace a la presente resención, en nada influye, lo digo sinceramente, el espíritu regionalista. La novela de Vicente Alfonso vale por sí misma, por sus propios méritos.

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La novela Huesos de San Lorenzo se inscribe en el género del suspenso, manejado con maestría por el autor. Por ello, no nos debe sorprender que desde las primeras páginas, y no exagero si digo desde sus primeras líneas, el lector queda atrapado por el libro e invitado a continuar la lectura hasta no verle su fin.

Ah, pero entonces es probable que le surjan una, varias o muchas dudas sobre el desarrollo de la trama y su imprevisto desenlace y se vea el propio lector en la necesidad de regresar sobre sus pasos y releer ciertos pasajes y aun capítulos completos.

Porque resulta que la novela admite varias lecturas. De hecho el autor inicia su texto escribiendo que “La realidad es una (pero) sus lecturas, infinitas”. Es decir, Vicente Alfonso nos lo advierte desde el principio.

Se trata pues, por el vivo interés que despierta en el lector, de una de esas piezas literarias que –no en una sentada como se dice- es posible leer y desde luego disfrutar a lo largo de un fin de semana, por ejemplo. Y de las potenciales relecturas no hablo, quedan ad libitum de cada quien.

Tiene la novela varios planos y un manejo no lineal de los tiempos. Su forma de narración es omnisciente, sin perjuicio de que también está en primera, segunda y tercera persona, lo cual en consecuencia la hace compleja. Exige por ello un lector atento y de aguda perspicacia.

Relevante es que ciertos capítulos, según lo han hecho notar algunos reseñistas y un presentador del libro en Torreón, están seriados sin ser consecutivos y dan sin embargo –aparentemente aun sin leerse los demás- diferente visión de la trama. Este ejercicio no lo hice al leer la novela, pero sin duda vale la pena realizarlo.

A las claras se advierte que el autor de Huesos de San Lorenzo, dicho sea sin demérito de él, está en un proceso de maduración. Lo cual significa que en el futuro registrarán adelantos y mejoras su estilo, técnica literaria y dominio del idioma, que lo llevarán a nuevas alturas. Magnífico.

Otra de las características de la novela es que está ambientada, desde todos sus ángulos, en la Comarca (que por antonomasia es La Laguna): calles, sitios, poblaciones, personajes, costumbres y tradiciones le resultan muy familiares al lector lagunero. A pesar de esta atmósfera exageradamente regional –que no aldeana- resulta significativo, según se informa, que esté en proceso de traducción a los idiomas alemán, italiano, griego y turco. Por algo será.


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