¿Hay alguien más aquí?

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Cuentan que un hombre fue lanzado a un barranco, y lo dieron por muerto. Milagrosamente un ramajo lo atrapó a la mitad de su caída. Al ver que le era imposible salvarse por sí mismo, gritaba: ¿HAY ALGUIEN AQUÍ? ¿HAY ALGUIEN AQUÍ? De pronto una voz le dijo: Soy tu Señor, soy tu Salvador, yo te protegeré, soy el único que podrá rescatarte; déjate caer y te recibiré en mis brazos para que no sufras lastimaduras. El mortal, tan incrédulo como sorprendido, después de un momento modificó su grito: ¿HAY ALGUIEN MÁS AQUÍ?

Algo parecido sucede en México: los incumplimientos, abusos y desviaciones de la partidocracia echaron al abismo las esperanzas redentoras que nacieron con la alternancia y la democracia; y ante la proclama del mesiánico tropical —que también se ha beneficiado de las prerrogativas oficiales, como dinero y publicidad— asegurando ser el único capaz de garantizarnos la felicidad, se escucha del pueblo: ¿HAY ALGUIEN MÁS AQUÍ?

Por eso están de moda las candidaturas independientes.

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Me sumo a quienes con ellas quieren airear la vida política, acicatear a los partidos para que sirvan de verdad a la sociedad y alejar el riesgo de totalitarismos de todo signo.

Me he reunido con algunos que suscribieron el desplegado titulado: «POR UNA CANCHA PAREJA PARA CANDIDATURAS INDEPENDIENTES». Es falso que se trate de cerrar el paso al que desde hace más de 15 años juega, a conveniencia, como candidato o «presidente legítimo». Abrir camino franco a las candidaturas independientes sería la mejor manera de favorecerlo, pues la multiplicación de candidatos podría llevarlo a la Presidencia con los votos minoritarios que ya tiene.

¿Por qué no firmé ese desplegado, no obstante que recoge algunas ideas que expuse a mis amigos?

Porque la propuesta, que busca evidentes beneficios, tiene escollos nada sencillos. Enumeraré algunos:

1. Se pide cancha pareja para todos los candidatos, independientes y de partidos, pero el diseño constitucional ni siquiera a los segundos se las da. En efecto, las prerrogativas oficiales, entre ellas dinero y tiempos para la publicidad, se determinan en función de la última votación recibida por partido, pues la Constitución no trata igual a los desiguales.

2. Ha sido más que deficiente la supervisión de los órganos electorales al comportamiento y gasto de miles de candidatos por cada proceso, sumados comicios locales y federales. Imagine usted lo que sucederá si se multiplican por dos o más las candidaturas.

3. No se garantiza que los ganadores, siendo o no independientes, alcancen elevadas votaciones, como los recientes de Nuevo León y Guadalajara. Cualquiera podría llegar al cargo público con pocos sufragios y muy discutible legitimación.

Éstas y otras razones, como la fuerza de las nuevas redes sociales, exigen un cambio legislativo, complejo y profundo, de nuestro modelo político-electoral. Solamente así evitaremos escuchar de la sociedad, por enésima vez: «HAY ALGUIEN MÁS AQUÍ».


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