Fugas de agua imperdonables

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Cualquier afectación al acuífero tendrá una repercusión directa sobre a estabilidad nacional

El agotamiento del acuífero de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) es uno de los problemas más críticos del país que no se atiende con la emergencia que debiera.

Aquí se encuentra la “capital de la República” y el “asiento de los poderes federales”; cualquier afectación al acuífero tendrá una repercusión directa sobre la estabilidad nacional.

Un grupo de expertos, al que me he sumado por el interés de buscar soluciones de fondo para garantizar la sustentabilidad y viabilidad de la ciudad en el futuro, consideramos este tema como de seguridad nacional y de extrema urgencia; sin embargo, vemos con preocupación la falta de atención de autoridades tanto federales como locales.

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Como lo hemos explicado en varios artículos, el crecimiento desmedido, carente de planeación y de visión metropolitana provocó en muy poco tiempo el agotamiento de toda la reserva superficial de agua y de ricos manantiales que ya no existen. A partir de entonces, la extracción de agua subterránea es la principal fuente de abastecimiento, representando al día de hoy 70% del volumen total que consumimos en la ZMCM.

El acuífero de la ZMCM es el más importante de los siete contenidos en la cuenca hidrológica del Valle de México; sobre su superficie se asienta prácticamente toda la urbanización que conforma la metrópoli. Miles de pozos profundos extraen del subsuelo del orden de mil 250 millones de metros cúbicos al año, lo que representa más de cuatro veces su capacidad de recarga anual, que se estima en 280 millones de metros cúbicos.

Este dato por sí mismo es inverosímil, porque de acuerdo con los expertos en aguas profundas no debería extraerse nunca más de 40% de la recarga anual estimada, lo cual nos llevaría a un volumen máximo de 112 millones de metros cúbicos.

Si la extracción real anual es de mil 250 millones de metros cúbicos, quiere decir que estamos explotando del acuífero diariamente 11 veces por arriba de lo que marca la norma; dicho de otra forma, mil 100% más de lo recomendable. Este dato dramático confirma que inconscientemente los capitalinos estamos condenando a muerte a nuestra principal fuente de abastecimiento de agua en el corto plazo, lo que equivale a un verdadero suicidio.

Pero el problema no está sólo en la sobreexplotación del acuífero, sino en la falta de racionalidad y cuidado en el uso el agua. El Sistema de Aguas de la Ciudad de México estima que se pierde diariamente en la red secundaria y en fugas domésticas hasta 40% del volumen del agua ya potabilizada. Esta cantidad es equivalente a 1.37 millones de metros cúbicos del líquido; o para entenderlo mejor, mil 370 millones de litros diarios, algo así como 250 mil pipas o carros tanque de agua. Si consideramos que el costo estimado de operación para introducir un metro cúbico de agua a la red es de 12 pesos por metro cúbico, estamos hablando de tirar diariamente al drenaje 16.4 millones de pesos diariamente; cerca de 6 mil millones de pesos al año.

Si consideramos además las pérdidas correspondientes de lo que se abastece por los sistemas de Lerma y Cutzamala, entonces la pérdida económica anual es del orden de los 8 mil 500 millones.

Con estos recursos se podría financiar la sustitución y modernización de toda la red secundaria de agua en el DF y la zona conurbada; un aspecto central es la “sectorización” que consiste en construir redes más pequeñas con macro y micromedición, con el objeto de tener un mejor control del balance entre lo que entra y sale del sistema; además, se reducen los cortes y afectaciones a grandes sectores de la población cuando se presentan problemas en la red.

También habría más recursos para el organismo del agua, con objeto de tener mejor equipamiento para el combate y atención a las fugas. Es fundamental también que todas las tomas domiciliarias de agua cuenten con su medidor, con objeto primero de que cada quien sepamos realmente nuestro consumo, pero principalmente para la emisión de la boleta y la contribución correspondiente.

Finalmente, se debe promover una cultura del agua por todos los medios posibles, pero sobre todo en las escuelas y en la casa. El uso racional del agua, evitando al máximo el desperdicio, debe ser una prioridad.


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