Fascinación por ‘El Chapo’

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Eran días de fiesta decembrina y la pólvora reventó por los cielos para festejar. En medio del sonido de los cohetes un grupo de niños jugaba a la guerra. “¡Yo traigo una pistola!”, dijo uno; “¡Yo, la ametralladora!”, replicó otro. “¡Yo soy El Chapo Guzmán!”, gritó una niña con apenas seis años de edad.

Durante mi infancia contábamos con otras vidas ejemplares. No me atrevería a valorar si mejores o peores, pero ciertamente no había en el santoral ningún narcotraficante.

Hace tiempo que Joaquín Guzmán Loera se convirtió en un mito principal de nuestra cultura. La épica de su personaje inspiró a muchos para invertir la vida en negocios criminales. Ha motivado admiración y respeto, ha fascinado y también magnetizado a una hueste larga de seguidores.

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Es una paradoja que, cuando lo capturaron, Guzmán Loera estuviera dedicando parte de su tiempo libre —brevemente recuperado— a la producción de un largometraje. Aseguran que la autoridad lo atrapó porque dejó cabos sueltos mientras sus abogados conversaban con un grupo de productores, los detalles de una película basada en su biografía.

Y es que el mito construido alrededor de la vida de este hombre ha sido hasta hoy su principal escudo para asegurarse inmunidad. Durante demasiado tiempo la sociedad sinaloense lo cuidó porque en esa tierra, salvo alguna excepción, nadie se atreviera a denunciar su presencia.

Luego el mito creció y ese halo de invulnerabilidad se extendió hacia otras regiones. Logró “arreglarse” con ciertas autoridades, batir a sus adversarios, reclutar personal para su empresa, construir alianzas y destruir las que otros habían tejido.

Ya hubiera querido su mentor, Miguel Ángel Félix Gallardo —el primer Jefe de Jefes— protegerse tras un personaje mitológico tan poderoso como el suyo.

El Chapo: tres veces apresado, dos veces fugado, una fortuna digna de reconocimiento para la revista Forbes, el gran triunfador de la guerra por las drogas, el hombre de las varias mujeres guapas, el padre devoto de sus más pequeños, el dueño de la sierra, en fin, la historia perfecta para una serie exitosa de Netflix.

¿Será que la aprehensión del viernes pasado vaya a significar un declive para este mito generacional? ¿O los niños continuarán eligiendo ser El Chapo cuando se diviertan?

Hace ya tiempo que la guerra contra el crimen organizado librada por el Estado mexicano tiene lugar en el resbaladizo territorio de lo simbólico. De ahí que la historia del túnel y la fuga extraordinaria se convirtieran en una derrota monumental para la República.

Parte esencial del mito del Chapo ha sido su capacidad para corromper a cualquiera. Y sin embargo la autoridad logró detenerlo de nuevo: esta vez lo encontró, literalmente, escondido dentro de las cañerías.

La arrogancia del personaje obsesionado con su leyenda lo hizo cometer errores. No supo escuchar el narcocorrido que previene en contra la confianza y la prepotencia del valiente.

Sólo queda rogar por que el gobierno mexicano no se contagie con igual arrogancia y asuma que nuestras cárceles son vulnerables a los poderes del mítico Chapo.

ZOOM: Es demasiado importante someter al imperio de la ley a la persona para que el personaje se desvanezca. La extradición de Joaquín Guzmán Loera es fundamental para resolver la guerra simbólica. No importa que se le envíe a Siberia, Wisconsin o la Luna, lo fundamental es que jamás vuelva a escapar.


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