Por: Carlos Ramírez
Aunque generan sensaciones de pánico social y respuestas que elevan los índices de temor, la actual fase de violencia que revela el amontonamiento de cuerpos asesinados y repunte de las cifras de homicidios dolosos está presentando una etapa de reorganización en los espacios sociales y territoriales de las organizaciones criminales dominantes. El aumento en el consumo de drogas en la sociedad estadounidense y sobre todo la creciente demanda del fentanilo mortal se ha cruzado con una etapa coyuntural de intensificación de la persecución de carteles por parte de las autoridades americanas. La persecución de capos y de funcionarios cómplices en México y otros países de América Latina ha generado las circunstancias de un reacomodo doble en las bandas delictivas: hacia el interior de los mandos de cada grupo y en la expansión de territorios derivada de la reorganización criminal. El modelo de persecución, combate y acotamiento de espacios territoriales por parte de la estrategia de seguridad mexicana ha sido otro elemento que ha contribuido a aumentar la reorganización interna de los carteles y la redefinición de sus nuevos espacios territoriales. La oferta estadounidense de recompensas sobre los principales dirigentes de los cárteles mexicanos ha sido otra variable que explica la movilidad violenta de los grupos delictivos y el afianzamiento de la cohesión interna de las bandas y la delimitación de espacios territoriales exclusivos. La lucha por el dominio criminal entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa del Chapo está tiñendo de rojo el espacio territorial mexicano. Y en esa lucha poco puede hacer la estrategia de seguridad porque la confrontación entre criminales tiene que ser resuelta entre criminales. No es el mejor camino para el restablecimiento de la paz ni para la recuperación territorial de espacios capturados por el crimen organizado, porque no existe propiamente un campo de batalla ni está en riesgo la población civil. La estrategia nacional de seguridad pública se ha centrado en la consolidación de la estructura de la Guardia Nacional y su despliegue disuasorio en toda la república. Pero a estas acciones le ha faltado una articulación de estrategias con sectores estatales y municipales de seguridad. Antes de que termine el sexenio deberán de tenerse resultados en la reorganización de las policías locales, aunque los indicios hasta la fecha indican un retraso preocupante en estos objetivos prioritarios. La apuesta estadounidense con el ofrecimiento de millonarias recompensas en dólares por información que conduzca al arresto de los principales capos del narco mexicano no representa ninguna solución integral ni coordinada, sino que puede terminar otra vez en el modelo de agitación interna en los carteles sin que existan estrategias para desarticular y desarmar a las bandas en su totalidad. El arresto, enjuiciamiento y sentencia de Joaquín El Chapo Guzmán Loera y de su esposa Emma Coronel no afectaron en nada la estructura del Cártel de Sinaloa en México ni contribuyeron a disminuir el tráfico de drogas hacia Estados Unidos; y peor aún, tampoco aportaron elementos para desarticular el papel que desarrollan las importantes células de ese cártel en el interior del territorio estadounidense en materia de tráfico interno de drogas y control de la venta al menudeo en importantes ciudades americanas. Ante esta ineficacia de la estrategia estadounidense, el modelo de las recompensas no obedece a ninguna lógica de seguridad, sino que parece conformarse solo con el escándalo mediático por el arresto y enjuiciamiento de capos en las Cortes estadounidenses. El encarcelamiento de por vida del Chapo no disminuyó el tráfico ni el consumo de drogas en Estados Unidos. Lo mismo podría ocurrir con el caso de Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho, el todo poderoso jefe del Cártel Jalisco que parece más una leyenda que una realidad concreta. La estructura organizativa del CJNG ha llegado a una configuración celular que ha propiciado liderazgos autónomos en toda la república mexicana. En este sentido, la captura de El Mencho no implicaría de manera automática la desarticulación del cártel. La redefinición mexicana de su modelo de construcción de la paz y la decisión estadounidense de ofrecer recompensas millonarias por los grandes capos del narco revelaron la ausencia de una estrategia binacional de la lucha contra el crimen organizado. Mientras México y Estados Unidos no se pongan de acuerdo y lleguen a estrategias de coordinación equitativa, el crimen organizado seguirá moviéndose con autonomía de fuerza. Al no formar parte de una estrategia específica de seguridad de México o de Estados Unidos, la guerra entre cárteles mexicanos llevará solo a espacios territoriales de violencia e inestabilidad y no contribuirá al desmantelamiento estratégico de bandas criminales. Zona Zero · Las imágenes de asesinados en Zacatecas y Veracruz deben llevar a un replanteamiento de la estrategia de seguridad. Aunque hayan formado parte de guerra territorial entre carteles, de todos modos, estarán reflejando inestabilidad de violencia en espacios sociales vulnerables de la república o que la canción. Al mismo tiempo, deberán establecerse estrategias emergentes de seguridad para evitar que esa guerra comience a expresarse en las calles. · La crisis de seguridad en Zacatecas por la camioneta con asesinados exige una respuesta de Estado y no reacciones de pánico político como la del gobernador David Monreal al encomendar la defensa de la sociedad zacatecana a Dios y no al aparato de seguridad estatal y federal. Esas expresiones gubernamentales solo alimentan el escepticismo social respecto a la capacidad de los gobernantes ante situaciones graves de crisis. El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad. El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no de la publicación. 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