Entre la Corrupción y el Arco del Triunfo

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El Desempeño sin Ética, Penetra Como la Humedad

Arribamos a Niveles Prácticamente Insostenibles

Al Parecer  hay Estancamiento  en la Voluntad Política

Se afirma que el modelo imperante en el país está diseñado para prohijar la impunidad, ya lo decía en su momento Gonzalo N. Santos: “La ley para mis amigos, el rigor de la ley para mis enemigos”. Así hemos transitado desde hace décadas y, aunque se han realizado esfuerzos loables para transformar ese estatus, poco se ha podido avanzar. La presente administración que inició con afanes reformistas, mandando señales positivas en el sentido de acelerar el paso, dio un viraje en sentido contrario, destacando por sus elevados índices de corrupción e impunidad, fenómeno que provoca incertidumbre, violencia e inseguridad, entre otros factores que inciden en la calidad de vida.

La actividad pública en cualquiera de sus órdenes constituye un factor determinante en las conductas sociales, de tal manera que si en esta permanece un desempeño carente de ética, operando a través de simples o sofisticados esquemas encaminados a obtener indebidos lucros, prácticamente sin sanción, ello permea como la humedad y se aprecia como una regla no escrita pero aplicable sobre valores entendidos.

Lo lamentable del asunto es que esta situación forma parte de nuestra vida cotidiana, se encuentra a ojos vistos, es una práctica común en todos los órdenes de gobierno y con algunas honrosas excepciones en todos los niveles, ni hablar de ejemplos, son hechos  públicos y notorios, desde los agentes de tránsito y de ahí para adelante.

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No obstante, hemos arribado a niveles prácticamente insostenibles, pues pese a que existen normas para atenuar la lacra de la corrupción e impunidad, no se ha visto voluntad política para su aplicación.

En efecto, si bien no encuentra concluido el diseño, existen diversos ordenamientos jurídicos como la ley de transparencia; de protección de datos personales, de contabilidad gubernamental, de archivos, etcétera, entre otras, sin embargo, vimos desde el inicio de la presente administración el desmantelamiento de la Secretaría de la Función Pública y la poca utilidad que le otorgan a la Ley Contra el Lavado de Dinero.

Se hizo un esfuerzo para adicionar en la carta fundamental un modelo a efecto de construir el sistema base anticorrupción, que si bien no es la panacea, da pauta para un diseño integral, que por lo visto llevará tiempo su construcción, pues faltan las leyes secundarias y los ajustes normativos a diferentes cuerpos legales.

Mientras ello ocurre, seguimos igual: el tiempo transcurre; la corrupción y la impunidad siguen presentes; el autoritarismo crece; la voluntad política estancada y lo único que impera es la ley del arco del triunfo.

Tiene razón Seneca: «La corrupción es un vicio de los hombres, no de los tiempos».


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