Ganar ocho distritos y sólo perder uno puede ser para algunos la mejor prueba de la legitimidad del gobierno de César Duarte en Chihuahua y de Peña Nieto en la República, a pesar de la corrupción denunciada de ambos. Hasta el momento el PRI lleva ganados los distritos 1, 2 y 4, con cabecera en Ciudad Juárez, el 5, con cabecera en Delicias, el 7, en la capital del estado, y el 8 en Parral. Perdió el 6 en la ciudad de Chihuahua ante Acción Nacional, y con él disputa voto a voto el 3, de Juárez.
Sin embargo, hay varios datos que nos muestran que el PRI de Duarte no cuenta con el consenso activo de la mayoría de las y los chihuahuenses, y el que logran lo hacen empleando todo el aparato de Estado, combinado con las más viejas mañas de acarreo, despenseo, intimidación a los burócratas, etcétera.
El abstencionismo es el primer dato duro. En Chihuahua sólo acudió a las urnas uno de cada tres ciudadanos de la lista nominal de electores. La tasa de participación, de poco más de 32 por ciento, coloca a la entidad en penúltimo lugar nacional, sólo por encima de Baja California. De acuerdo con este porcentaje, si el PRI obtuvo 34 por ciento de los votos (de 32 por ciento que votó), en realidad cuenta con el consenso activo de 10.8 por ciento, es decir, apenas de uno de cada 10 chihuahuenses en edad de votar.
Otro dato duro es la caída de la votación por los dos partidos que siempre se han disputado Chihuahua. Comparados los resultados de esta elección de 2015 con su similar de 2009, resulta que en ese lapso el PRI pierde casi 40 mil votos y el PAN casi 27 mil. La caída sería mucho más estrepitosa si se comparan los resultados de 2015 con los de las elecciones federales de 2012.
El PRI obtiene sus más holgados triunfos en los distritos rurales. A diferencia de las demás demarcaciones, aquí su votación no disminuyó en relación con 2009, sino incluso se incrementó significativamente, sobre todo en Delicias y Parral. En aquél, el cantante del Grupo Primavera, Tony Meléndez, obtuvo la más alta votación del estado. En los remotos municipios serranos de los distritos de Parral y Cuauhtémoc, en zonas controladas por el narco, las tasas de participación electoral fueron inusualmente altas. Precisamente ahí donde los candidatos de oposición no pudieron siquiera llegar. El control, mejor dicho, el monopolio territorial priísta, la connivencia con el crimen organizado, el manejo de los programas oficiales, la compra de votos, le dieron al PRI y a su aliado, el PVEM, más de la mitad de los votos que obtuvieron en todo el estado. Ahí también, Nueva Alianza, aliado de facto de los tricolores, tuvo un desempeño sospechosamente alto.
En contraste, la competencia fuerte la tuvo el PRI en los distritos de predominio urbano, de nivel socio-económico medio o alto y de alto nivel de escolaridad. Así perdió el distrito 6 de la ciudad de Chihuahua ante el PAN, y aunque ganó el otro distrito de la capital del estado, el 8, los votos totales del blanquiazul en el municipio superan mucho los tricolores. En el distrito 3, de Ciudad Juárez, la alianza PRI-PVEM le ganó en final de fotografía a la candidata blanquiazul.
El patrón de voto urbano, clase media y escolarizado favoreció también a Morena, que sorprendió en su primera incursión en las urnas chihuahuenses. Su mejor desempeño lo tuvo en los cuatro distritos de Ciudad Juárez, donde supera el promedio nacional del partido, con 9.35 por ciento de la votación. Le siguieron los dos distritos de la ciudad de Chihuahua, con 7 por ciento, aproximadamente. Los bajos porcentajes se obtuvieron en las zonas rurales, que el PRI controló a su antojo.
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