El «todas mías» Madero

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Llegar a un proceso electoral con un partido dividido y fragmentado es preámbulo garantizado de fracaso en las urnas, de pobres resultados y de números deficientes.

La historia lo demuestra con el PRI de 2000 o de 2006, y con el PRD de 2012.

Parece que este será el año del PAN, que desde la oposición, ha sido incapaz de curar sus heridas y reconciliar a sus grupos, reconstruir puentes y sanar los rencores de los años recientes.

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Gustavo Madero al frente del PAN ha probado todo excepto su capacidad conciliatoria y reconstructiva del partido. La decisión el pasado lunes de rechazar la candidatura plurinominal para una diputación federal en la persona de Margarita Zavala, prueba la visión nublada y el ánimo revanchista del presidente Madero quien, por cierto, cumplirá la nada deshonrosa cifra de siete años al frente de su partido en este decisivo 2015.

Gustavo Madero no es responsable directo de la candidatura negada a Margarita Zavala; se sabe que esto es resultado de la cuestionable votación de poco más de 50 integrantes de la Comisión de Elección del PAN que sesionó el lunes 12 por la noche. Pero Madero ejerce una notoria influencia en los órganos de su partido que lo ha colocado en la posición número uno de la lista plurinominal. Es decir, Gustavo Madero no sólo es el presidente “con licencia” del PAN, sino que aspira a ocupar la coordinación de su partido en la propia Cámara de Diputados y de ahí seguramente saltar a la junta de Coordinación Política o la propia presidencia de la Cámara. Las quiere todas, cargos, posiciones, nombramientos, candidaturas: es el “todas mías”. Que no tendría nada de malo si esto significara una pluralidad de corrientes, grupos y pensamiento dentro del PAN. Pero no es así. El “todas mías” Madero, le ha cerrado la puerta y la posibilidad de participación a todos aquellos que provienen de otro grupo político: el calderonismo. Pregúntele a Ernesto Cordero, a Juan Ignacio Zavala a la propia Margarita quienes no han encontrado caminos de participación al interior de una organización política que dejó de ser, hace mucho, un auténtico foro de representación, de libertad, de pluralidad y construcción de proyecto político.

Es innegable que Felipe Calderón se excedió, desde Los Pinos, en la intervención al interior del PAN a través de Germán Martínez Cáceres primero y de César Nava después. Muchos panistas pudieron haberse sentido ofendidos, atropellados por el entonces presidente. Lo que vemos hoy en día es la revancha y la venganza por la operación calderonista.

Madero se equivoca al evitar reconstruir puentes, al no superar reyertas y ofensas para ir a unos comicios fortalecido con la unidad partidista. El “todas mías” olvida la historia de otros partidos y otros tiempos cuando los tabasqueños secuestraron a principios de la década pasada sus respectivos partidos políticos, y los hicieron fuerzas unívocas del “conmigo o contra mí”. Roberto Madrazo se apoderó del PRI y persiguió y expulsó de facto a la que fue su “compañera” de fórmula, la hoy defenestrada Elba Esther Gordillo. Esto provocó el nacimiento del Panal y todas las consecuencias que ello produjo en el escenario político. Andrés Manuel controló al PRD y ahondó las diferencias y profundizó las distancias que generarían después su salida y el nacimiento de Morena.

Dos fuerzas políticas, hoy activas y con perspectivas de crecimiento, surgieron de aquellos liderazgos autocráticos.

No veo hoy a los calderonistas en la ruta de la escisión y la construcción de otra fuerza política… todavía.

La historia demuestra que un partido dividido, confrontado o desunido es incapaz de convocar o movilizar al electorado. Aún queda tiempo para que Madero rectifique el curso y convoque en los hechos, a la unidad.


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