El puñetazo contra Ebrard

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El actual proceso electoral, la conducta de los competidores y las decisiones de las autoridades electorales plantean con crudeza el retraso político de nuestro país y el largo camino por recorrer para edificar realmente -con las consecuencias que de ello se deriva-, un Estado democrático de derecho. Son muchos los signos de la involución que vivimos, y duele comprobar el miedo, desdén o la indiferencia con la que se comportan muchos actores frente a los recientes manotazos autoritarios que el régimen priista está azotando, en una de las dinámicas más perversas de todo autoritarismo: apostar a que con el paso del tiempo se olviden los asuntos. Y lo que es peor, llegar al extremo de aprovechar que el nuevo escándalo borre el anterior.

La eliminación de Carmen Aristegui del cuadrante radiofónico inauguró las campañas y esa ausencia marcó el silenciamiento de temas relevantes en el gran universo de los medios electrónicos. Por supuesto subsisten las excepciones en la prensa escrita, pero en la radiodifusión no hay espacio que substituya el carácter crítico y de denuncia de la emisión censurada, por lo menos hasta ahora.

Así, pasó sin mayor relevancia el puñetazo contra Marcelo Ebrard y el delicado precedente que el tribunal electoral federal dejó en ese caso. Se le arrebató su candidatura a diputado federal bajo un criterio que no sólo restringe la tutela de derechos humanos, sino que es un absurdo. Que el ex jefe de gobierno del DF participó en dos procesos internos de selección de candidaturas a cargos de elección popular en forma simultánea.

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Contrario a la tendencia que había observado de garantizar la tutela de los derechos humanos en temas políticos relevantes, y en sentido totalmente distinto de como resolvió los similares casos de Alfonso Martínez Alcázar, a quien restituyó como candidato independiente por Morelia, Michoacán, y el de Xóchitl Gálvez, a quien confirmó como candidata del PAN a la delegación Miguel Hidalgo; en el caso de Ebrard, el tribunal restringió la interpretación de una disposición de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. En los hechos operó la profunda inquina presidencial contra Marcelo Ebrard y se impuso en la decisión de los magistrados electorales que con esta decisión envían uno de los peores mensajes a lo largo de su actuación, bastante cuestionada.

Entre las variadas explicaciones que el equipo gobernante ofrece para tratar de justificar el monumental fracaso del gobierno y el deterioro brutal de la credibilidad presidencial, se encuentra la tesis que responsabiliza a varios empresarios poderosos y actores políticos de influencia, de un plan de desestabilización política en el país, dirigido directamente en contra del presidente Peña Nieto. Sostienen que uno de ellos es Carlos Slim y que, presumiblemente afectado en sus intereses, el magnate mexicano de las telecomunicaciones urdió cuanta protesta social se desató contra el gobierno y maquinó varios de los escándalos mediáticos que han colocado la imagen del Presidente de la república en el peor nivel históricamente. La tesis la comparten los más cercanos colaboradores de Peña, entre ellos el joven Aurelio Nuño, jefe de la oficina presidencial, quien no repara en detalles de las malévolas acciones de los desestabilizadores.

La tesis es más acabada, aunque cause hilaridad: Uno de los brazos políticos de ese plan desestabilizador es Marcelo Ebrard Casaubón. Se le responsabiliza de haber filtrado la información sobre la casa blanca que el presidente Peña Nieto se hizo construir a su gusto en las Lomas de Chapultepec y luego endilgó a su esposa Angélica Rivera, para asumir -junto con la propiedad- el mayor rechazo y descrédito públicos que una primera dama haya enfrentado. De nada han valido la respuesta y cronología de la investigación que ofreció el equipo de reporteros de Carmen Aristegui. El responsable es Ebrard y debe pagar por ello. Como si, además, en el fondo todo fuera una mentira.

Pocas voces se solidarizaron con el ex jefe de gobierno del DF. Hubo incluso expresiones de festejo en un sector del PRD. En el conjunto de la oposición dominó el silencio y buena parte de los medios volvieron a echar las luces al tema de la Línea 12 del Metro, para redondear el puñetazo presidencial.

“Este gobierno me tiene en sus prioridades como adversario y por eso me impide que sea candidato. Eso quiere decir que les preocupamos. Algo estamos haciendo bien que provoca que el Presidente de la República destine su tiempo, junto a Aurelio Nuño, Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray, para ver cómo me quitan mi candidatura o a ver cómo pueden atacar a Movimiento Ciudadano que se atrevió a desafiar al poder”, declaró Ebrard a EL UNIVERSAL. Ojalá que sólo lo tuvieran como adversario; en realidad ha pasado a ser uno más en la lista de los enemigos del régimen. La regresión está a todo lo que da.


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