El poder ¿Para qué? Un nuevo paradigma

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México, nación grande, es rica, pero no próspera. Avanza y se detiene, retoma el paso y recae, pero hasta hoy vive en democracia. Gobiernos van y vienen, nuestros políticos llegan, recogen y se van. Inician con gran expectativa, conquistan el apoyo popular, fascinan y encantan, la comunidad los acoge, les da la oportunidad de servir, de demostrar y casi siempre rompen con las esperanzas incumpliendo los anhelos de la gente. Ya no debería ser así. Un factor clave para que no cumplamos nuestras metas, es que la mayoría de los mexicanos desprecian a la política y por consecuencia, a los políticos. Alejarse de la política es un error. No debemos dejar hacer y dejar pasar a los políticos. Cuando le preguntamos a las personas que ingresan por primera vez a hacer política ¿Cuál es su razón, ¿Cuál es su motivo para hacerlo? Las respuestas más obtenidas son: porque el país va mal, porque alguien tiene que hacer las cosas bien, por que no es posible que no haya quien lo haga bien, con honestidad, sin robar, para quitar el lugar a quienes no hacen nada por México. Más allá de respuestas simples y comunes, la verdad es que al país le vendría bien dejar de creer que los personajes, los pro hombres y los grandes políticos existen y pronto vendrá alguno a resolver nuestros problemas, ayudándonos a salir del hoyo como por arte de magia. Es muy cómodo culpar a otros, esperando sin hacer nada, quejarse y no voltear a ver. Es obvio que la solución de muchos exige la participación de todos, así que es momento de comprender que avanzar, lograr crecimiento y desarrollo necesita a muchos más mexicanos involucrados, esforzándonos y no nada más a un pequeño grupo de mexicanos llamados políticos, pues han sido, son y serán insuficientes sin nuestra ayuda, vigilancia y control. Debemos afrontar un nuevo paradigma social. Esto es el conjunto de estereotipos que prevalecen en la conducta de una nación. Para ello, necesitamos entender que cambiar el paradigma implica cambios e impulsar ideas nuevas para encontrar soluciones a los problemas viejos. Ese es el reto. Por eso yo promuevo participar desde la ciudadanía, impulsando 8 principios: 1. Igualdad en lugar de superioridad; 2. Unidad nacional en lugar de división y polarización; 3. Equidad remplazando a la exclusividad y las élites en el gobierno; 4. Responsabilidad individual sumada al esfuerzo colectivo sustituyendo al gobierno autoritario; 5. Participación y ciudadanía activa desplazando al  desgano y a la apatía; 6. Cooperación en lugar de estéril competencia; 7. Localización desplazando la globalización (México primero pero sin romper con el mundo); 8. Complementariedad en lugar de la exclusión (todos cabemos, todos debemos hacer tareas por el bien colectivo). Agregaría 3 objetivos: I. garantizar las necesidades básicas de la población; II. Garantizar oportunidades de superación para todos los mexicanos; III. Conservar el medio ambiente. Mucho se discute de quien debe gobernarnos, pero muy poco se debate acerca de que debe de hacerse, para que debe usarse el poder, que rumbo debemos tomar como país y como podemos participar e involucrarnos los mexicanos para retomar el camino del crecimiento económico y conquistar el desarrollo social. Es necesario saldar deudas históricas con las mujeres, con los jóvenes, con los grupos vulnerables. Hay un México justo, equitativo, de oportunidades, que una a todos en un proyecto de país posible y alcanzable que soñamos. Para lograrlo necesitamos coincidir en la visión y el esfuerzo común.
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