El peso de las ausencias

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No puedo dejar de preguntarme ¿cuánto cambió el país que Scherer reporteó desde sus inicios en el periodismo y hasta el último de sus días? Mucho y nada.

El miércoles 7 de enero, la mañana invernal se hizo aún más fría cuando la noticia de @revistaproceso inundó las redes sociales y los noticiarios de radio: Don Julio Scherer había fallecido.

No hay medio de comunicación que no haya dedicado un espacio y comentarios en homenaje al periodista que con la letra impresa resistió, denunció y venció la represión, la intolerancia y el autoritarismo de los gobiernos presidenciales durante más de medio siglo.

Scherer desde la revista Proceso, su histórica trinchera, contribuyó a la democratización de México, al fortalecimiento de la libertad de expresión y al derecho a la información, en un país amordazado durante décadas. No puedo dejar de preguntarme ¿cuánto cambió el país que Scherer reporteó desde sus inicios en el periodismo y hasta el último de sus días? Mi respuesta es: mucho y nada.

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Mucho porque hoy los gobiernos son públicamente descubiertos y desmentidos como en el caso Ayotzinapa. Los corruptos y sus actos son públicamente señalados con nombre y apellido, ejemplo reciente es el caso de la beneficiada empresa HIGA y los políticos cómplices. Pero, al mismo tiempo, nada ha cambiado porque las notas periodísticas siguen siendo los crímenes con participación de alguna autoridad, la corrupción del sistema a todos los niveles y, fundamentalmente, porque la impunidad, como siempre, sigue siendo el final de las historias.

El peso de las ausencias se agrava en la reflexión de cuántos Julios Scherer necesita México. Hoy no tenemos ninguno. Acaso nos queda la semilla de verdad que dejó como legado en los que admiramos la valía de su trayectoria en el periodismo político.

De igual manera, me queda este caso sin sabor, al revisar la prensa y ver lo lejos que estamos de poder contar en México con una historia con un desenlace como el que está teniendo el violento ataque al semanario satírico Charlie Hebdo el que, por cierto, el gobierno francés de François Hollande asumió por todas las implicaciones del caso como una auténtica afrenta al Estado.

No deja de sorprender cómo la reacción inmediata de la policía y sus servicios de inteligencia, apenas horas después, abatieron a tres de los fanáticos que encapuchados asesinaron a 12 personas.

Sin duda, el origen de nuestros  problemas está en la impunidad que prevalece en todas nuestras historias. Los ejemplos sobran: un periodista más asesinado en Veracruz, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, la matanza de Tlatlaya, y ni qué decir en el DF,  con el caso de los perros asesinos de Iztapalapa que le llevó un año a la policía esclarecer que una jauría asesina mató a cuatro personas.

En la capital del país se suma el inexplicable caso del niño Hendrick Cuacuas, que recibió un tiro en la cabeza dentro de un cine y cuyo caso fue cerrado con la versión de que fue una bala perdida sin saber quién la disparó; los jóvenes desaparecidos en mayo de 2013 del bar Heaven resuelto hasta 2015 con la consignación de 25 responsables, pero ninguno de los 12 jóvenes pudo ser encontrado y rescatado con vida.

El peso de las ausencias se agrava y más en medio de la impunidad, la corrupción y la incapacidad de la autoridad de hacer cumplir la ley.


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