El ocultamiento de la realidad como estrategia

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Hoy es evidente que los problemas de inseguridad, al hacer crisis, son mucho más graves de lo que se decía y aceptaba. Ya dio de sí la estrategia adoptada en diciembre de 2012 por el actual gobierno. El principal elemento de esa estrategia, según se recordará, consistió en tratar de ocultar la realidad, bajo la falsa premisa de que tal ocultamiento mejoraría la percepción que de esa lamentable realidad tenía la población.

Es procedente aceptar que esa manipulación, porque eso es y no otra cosa, generó la ilusión de que para bien la situación había cambiado. Quizá fue en La Laguna y en algunas otras regiones del país donde tuvo efecto esa estrategia. Pero pronto se cayó en la cuenta que la realidad no se modifica por su ocultamiento sino por su cambio eficaz, lo cual no ha ocurrido. Ahora es claro que en esas regiones y en todo el país la testaruda realidad sigue ahí, imperturbable. Y que por omisión, negligencia y tantos errores tiene hoy un mayor grado de complejidad.

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Chesterton, el gran escritor inglés, alguna vez señaló la actitud irresponsable de quienes creen que con sólo desearlo, con mera conducta voluntarista, son capaces de cambiar la realidad. Afirmaba que parten del falso supuesto de que "si la realidad no cambia, peor para ella". Peor para México, su presente y su futuro, ahora lo vemos todos claramente, salvo desde luego quienes tonta o interesadamente se cubran los ojos, y sin mayores consideraciones, acríticamente, creen que así es.

Un punto de quiebre en este gran tema de la generalizada inseguridad a lo largo y ancho del país lo fue sin duda el desenlace, hace más de tres años, del llamado "michoacanazo". ¿Quién ahora puede poner en tela de duda que los alcaldes y numerosos funcionarios públicos estatales de esa sufrida entidad eran en efecto solapadores, cómplices y hasta socios del crimen organizado?

Es cierto que de acuerdo con un principio jurídico (y de hecho disposición constitucional y legal) nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito. Sin embargo, por no haber nada que lo impida, resultaría muy interesante que ahora se llevara a cabo un ejercicio similar a un juicio de cada uno de esos casos del michoacanazo, como práctica meramente académica, obviamente con algunas diligencias adicionales "para mejor proveer", y seguramente nos llevaríamos más de una sorpresa mayúscula.

Esa operación del llamado "michoacanazo" resultó fallida porque se apostó a que fracasara. ¿Quiénes apostaron? Desde luego todo el entorno, empezando por no pocos medios de comunicación y sectores importantes del perredismo y del priísmo. Y obviamente, desde luego, los responsables de integrar las averiguaciones y formular las correspondientes consignaciones, incluidos los del ámbito federal, por la tan torpe actuación que en este sonado caso tuvieron, natural o deliberada. Sin omitir por supuesto a jueces y magistrados, quienes seguramente a la luz de una investigación seria y a fondo no saldrían bien librados.

Cómo resultaría interesante que alguna institución con tiempo, personal con conocimientos, experiencia y desde luego voluntad de llegar a la verdad, realizara una profunda investigación sobre este llamado "michoacanazo", motivo de numerosas burlas al anterior presidente, para saber simplemente qué pasó y por qué tuvo ese desenlace tan frustrante. En algunos casos bastará con averiguar qué fue de esos indiciados y procesados, luego exculpados, saber dónde están ahora, qué hacen, qué fue de ellos y todo quedará dicho. No nos debe pues sorprender lo que ahora sucede en Guerrero.


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