El nacionalismo radical, la puerta falsa del siglo XXI

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La salida del Reino Unido de la Unión Europea muestra la amenaza real del nacionalismo radical en el complejo entorno internacional.

Ante la lenta recuperación del crecimiento económico global que ha impedido mejorar la calidad de vida de la humanidad tras la crisis financiera de 2008, así como también la intimidación creciente ejercida por grupos terroristas sobre la vida pacífica al interior de los más diversos países, el nacionalismo se ha convertido en la puerta falsa a la solución de los problemas sociales. El Brexit es el último eslabón de un conjunto de carreras políticas dedicadas a incitar el odio y la polarización entre las personas. Nigel Farage, dirigente del Partido por la Independencia de RU e integrante del Parlamento Europeo, considerado el principal promotor de la consulta popular, a lo largo del tiempo ha culpado en su discurso a la población musulmana y migrante de atentar contra la cultura inglesa al estar desinteresada en integrarse a la sociedad británica y ser fuente de terroristas. Incluso, acusó a los migrantes de aprovecharse de los servicios públicos de salud para recibir medicamento a costa del erario, al ser  portadores de VIH en una amplia proporción. Al respecto se ha atrevido a proponer que los retrovirales sean sólo suministrados a ingleses, pasando por alto los altos riesgos implicados de asumir este criterio.

El racismo de Farage fue utilizado de nueva cuenta para motivar miedo entre los electores indecisos, cuando en plena campaña en favor del Brexit, presentó un cartel publicitario apegado a las estrategias de comunicación del movimiento nazi, al mostrar una concurrida fila de personas bajo la calidad de refugiados ingresando a la Unión Europea, con una imagen similar por las que el régimen de Adolfo Hitler culpaba a los migrantes de debilitar a los países que les daban cobijo. Del lado del Partido Conservador, el exalcalde de Londres, Boris Johnson no se quedó atrás al explicar los bajos salarios de la clase trabajadora inglesa como producto de la alta tasa migratoria observada en Reino Unido, los cuales se recuperarán una vez que se retome el control de la política pública perdida años atrás al cederla a la Unión Europea. Expresiones que no sólo son contrarias a la dignidad de las personas, sino alimentan los conflictos al interior de las comunidades.

El nacionalismo radical permea los distintos sistemas políticos del mundo. El discurso político utilizado para conseguir la salida del RU de la UE no es muy distinto al difundido por Donald Trump en su aspiración presidencial. Ambos argumentos son liderados por personas externas a sus sistemas políticos sin experiencia alguna de gobierno, atractivas a amplios sectores de la opinión pública por el simple hecho de abandonar las formas correctas de la política y que carecen de la más mínima ruta crítica de política pública una vez conseguidos sus objetivos. No es menor que tras el Brexit domine el silencio ante la incertidumbre política inglesa y la inestabilidad económica europea, sin que medie un pronunciamiento claro y certero de quienes lo promovieron. Riesgo previsible en Estados Unidos, señalado ya por Hillary Clinton, al preguntar qué esperan los electores de Trump al tener bajo su control el armamento nuclear de la primera potencia mundial. Aquellos quienes creen que el discurso intolerante y radical de Donald Trump será el que termine con su campaña presidencial, deberían observar lo que está pasando en Inglaterra y alrededor del mundo, para darse cuenta que Hillary Clinton no tiene asegurada la presidencia de EU, pues se enfrenta a una nueva corriente nacionalista hambrienta de identidad, el establecimiento claro de fronteras y un total control sobre su vida política y mercado económico.

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El nacionalismo radical pone énfasis en la fortaleza de las fronteras nacionales, cuando no sólo la prosperidad requiere de la cooperación y el entendimiento internacional, sino el principal desafío de la seguridad se encuentra muchas veces en inhabilitar actitudes criminales de personas nacidas, estudiadas y desarrolladas en el propio territorio nacional. La sociedad del futuro debe estar libre de liderazgos improvisados como Farage y Trump, dispuestos a sabotear la tolerancia y la integración económica, vías únicas para seguir construyendo civilización en el siglo XXI.


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