El intrigante y su maledicencia

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Hay una supuesta oración que dice: “Señor, cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido yo”. El mensaje es claro: son peores los falsos amigos que los evidentes enemigos. Por debilidad de la naturaleza humana, si no siempre con frecuencia, hay alguien frustrado que maquina contra sus líderes a sus espaldas.

¿Razones para intrigar contra los líderes? Sobran, pero en general provienen de quienes quisieran ser reconocidos y seguidos por sus pares y no lo logran. No pueden aceptar que “él sí y yo no”. Es la envidia ante la impotencia de sobresalir.

El intrigante no es capaz, ni le interesa, dialogar con su líder de lo que no le gusta o le parece y en todo caso lo hará someramente, para ver qué logra saber. Intriga contra él con sus pares, y también lo hará con personas ajenas al grupo en cuestión. Difama, calumnia o ridiculiza. No trata realmente de hacerse oír en sus opiniones o propuestas de acción, prefiere descalificar al líder a sus espaldas, para ver si logra la voluntad de otros para que él o una persona de su confianza sean reconocidos como jefe o autoridad moral.

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Puede que las quejas del intrigante tengan bases de razón, pero en sus intentos para que sea apoyado por sus pares, prefiere usar un lenguaje despectivo en vez de constructivo. Quien recurre a la maledicencia está convencido de que debe denigrar al líder para que sus palabras tengan impacto psicológico. No intenta competir con él, sino buscar descalificarlo para que la luz que él piensa que tiene y no se le reconoce, brille. Mientras tanto, podrá su mejor cara frente al intrigado, que no sepa que le ataca a sus espaldas.

Claro que el intrigante maledicente no toma en consideración algo importante: los liderazgos se ganan por lo que el líder hace a favor del grupo, y no por lo que lo divide. A veces el intrigante logra uno de sus objetivos, que sus pares acepten sus intrigas y desconozcan al líder, pero no logra un segundo objetivo, ser él o un cómplice reconocido como nuevo líder, y así ve bajar a uno y subir a otros con buenas cualidades de liderazgo.

Pensemos que Judas, persiguiendo un beneficio personal, treinta monedas de plata, entregó al Mesías a sus enemigos y éste le dice: “Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” El traidor siempre quiere parecer amigo, por eso Jesús le llama así. No es el mismo caso ni la misma gravedad, claro, pero la intriga perniciosa siempre es una traición.

Algo muy curioso realmente, pues por lo general el intrigante no piensa en la facilidad con que su maledicencia o traición llegan al conocimiento del intrigado, no piensa en la lealtad de aquellos a quienes presenta sus intrigas y que van a alertarlo. Cree que sus ataques van a ser aceptados así nada más.

Es importante para los miembros de cualquier grupo, estar atentos a las pláticas sobre asuntos del mismo, cuando quien las lleva a cabo, en vez de tratar de construir algo, busca descalificar. La maledicencia no tiene una buena causa, siempre buscar destruir algo y raramente propone alternativa que parezca mejor. El mensaje subliminal del intrigante contra el líder es que “él está mal y tú reconoce que yo sería mejor, apóyame para ocupar su lugar”. El resultado, en general, es que todo el grupo salga dañado y ese intrigante y sus cómplices (si los hay) no logren su gran propósito, ocupar la jefatura del grupo y si lo logran, la perderán rápidamente.

Por estas razones, siempre es bueno ponerse en guardia cuando alguien se acerca a nosotros para hablarnos mal de otro, sobre todo si ese otro es un líder. No dejarse conquistar por su maledicencia, sus intrigas. En el caso la respuesta no es escucharlo y guardarse sus descalificaciones sin aceptarlas. No, proceden una de dos acciones o ambas: reclamarle su mal proceder (rebatirlo si se cree que sirva de algo), o poner en alerta sea al líder traicionado y/o al resto del grupo.

En cualquier caso, si algo no nos parece del actuar de un líder o líderes, tener mucho cuidado al comentarlo con los pares, que no caigamos en la intriga, sino ser honestos y propositivos. Y por supuesto y ante todo, comentar la diferencia de opinión o quejas con los liderazgos, directamente. Construir y no destruir, colaborar al bien colectivo y no dañarlo. Para un creyente, si algo serio le preocupa de un líder o líderes, debe pedir ayuda a Dios, para que esa preocupación se convierta en una comunicación constructiva y no dañina.

La disidencia honesta debe llevarnos a la satisfacción que da hacer algo bien, que no a la amargura de traicionar la confianza y destruir la imagen de alguien, para obtener algo para sí mismo.


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