El efecto Ayotzinapa

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La desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal rural “Raúl Isidro Burgos”, ubicada, para muchos —particularmente antes del 26 de septiembre de 2014—, en el remoto y desconocido municipio guerrerense de Ayotzinapa, ha cobrado especial relevancia en nuestra sociedad, pues lejos de convertirse en una simple anécdota de violencia y complicidad entre políticos y narcotraficantes, pasó a ser una bandera que puso en evidencia la fragilidad del discurso y proyecto del PRI, y el Presidente Enrique Peña Nieto.

Éstos, que presumían de saber cómo hacerlo y que se encargaron de bloquear las iniciativas de los mandatarios y legisladores panistas —o de cualquier otro partido, que para eso eran la primera minoría—, quisieron regresar en el tiempo a épocas en que la totalidad de los medios actuaban bajos sus consignas y en las cuales la impunidad era parte de su legado.

Con sorpresa —como en la fábula de Monterroso— despertaron y el dinosaurio seguía ahí, pero el resto del país había cambiado. El efecto Ayotzinapa se encargó de restregarles en la cara que son otros tiempos, que hay redes sociales, movilizaciones ciudadanas y personas que no han olvidado. El "Mexican Moment" y los acuerdos derivados del Pacto por México también quedaron convertidos en cenizas, como muchos recuerdos de un partido “dinosáurico” que, como sus congéneres prehistóricos, no supo adaptarse a los nuevos tiempos.

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El efecto Ayotzinapa, que no ha sido descifrado por los asesores presidenciales, ni mucho menos por los funcionarios encargados de la procuración de justicia, se puede explicar en 10 puntos que prometen cambiar a México —siempre y cuando la mezquindad política no se atraviese en el camino.

1. Puso contra las cuerdas al gobierno de EPN en el ámbito nacional.

Con razón o sin ella, pero el hecho es que para amplios sectores sociales la responsabilidad cae en el terreno presidencial y de su partido. Las peticiones de renuncia del mandatario tienen su origen en la masacre estudiantil. Peña Nieto aparece hermanado a Díaz Ordaz. La respuesta del gobierno federal frente a los acontecimientos no ha logrado hacer que amaine la tormenta, sino al contrario.

2. Acabó con el "Mexican Moment" en el plano internacional.

Es tal la magnitud del crimen, que la prensa internacional volteo a ver al país, mostrándose decepcionada de quien meses antes vendía las reformas alcanzadas como la prueba de eficiencia de un flamante mandatario que conocía la ruta de la modernidad. Como Salinas, Peña acercaba a México al primer mundo y, como a Salinas, la realidad le estalló con los más pobres como protagonistas.

3. Puso a prueba a los medios de comunicación tradicionales.

Tras el incidente que en la Universidad Iberoamericana enfrentó a estudiantes —quizá como premonición— con el entonces candidato Peña Nieto, creando de paso al movimiento #Yosoy132, los diarios de la Organización Editorial Mexicana —los "soles" de Vázquez Raña— cabecearon sus ediciones: “Éxito de Peña en la Ibero, pese a intento orquestado de boicot”. El detalle no pasaría inadvertido para los lectores, quienes exigirían, en su oportunidad, pruebas del avance de los medios tradicionales al mismo ritmo que la sociedad, luego de la tragedia surgida en el municipio guerrerense de Iguala. Y sí, no sólo tuvieron que informar del crimen, sino sus plumas —articulistas, columnistas y colaboradores— colocaron en el banquillo de los acusados —con sus propios matices— al Presidente y a su equipo.

4. Redefinió la movilización social.

Marchas y manifestaciones provocaban malestar ciudadano. No podían coexistir en un mismo espacio el derecho a manifestarse y a circular libremente. Quienes bloqueaban calles y caminaban coreando consignas eran vistos como simples revoltosos o algo cercano a carne de cañón de intereses oscuros. Pero llegó Ayotzinapa y cambió la forma de ver las movilizaciones, se exigió separar a quienes usan la violencia como estandarte de quienes defienden una causa legítima, ofreciendo respeto a estos últimos, algo escaso en nuestros días.

5. Proyectó a las redes sociales como espacios de expresión ideales para movimientos sociales.

Si antes se afirmaba: la televisión era el "medio", a pesar del desacuerdo que McLuhan pudiera tener, y lo que no aparecía en la pequeña pantalla entonces no existía; ahora las redes sociales han mostrado otra vía para que cualquier persona —con independencia de su estrato social u ocupación— se pueda hacer escuchar.

Sumadas todas esas voces a las de los medios —funcionando como caja de resonancia—, se ha logrado poner contra las cuerdas al propio gobierno federal, en tanto el PRI perdía 10 puntos entre agosto y diciembre en las encuestas de cara a los comicios de 2015.

6. Representa un desafío social por la participación de sectores en buscan de la ruptura.

Tal ha sido el impacto del efecto Ayotzinapa en el país, que grupos con objetivos radicales —llámele revolución si gustan—, han emergido sintiéndose justificados por crímenes que se pudieron evitar. El llamado a cancelar las elecciones en Guerrero y la toma de alcaldías, ponen a  prueba el deseo de volver a una normalidad que se debe redefinir urgentemente. El gobierno por su parte, ha carecido de sensibilidad para negociar espacios para esos grupos o de habilidad para desactivarlos, un fracaso en cualquier opción.

7. Representa una oportunidad para encauzar la discusión sobre el uso de la violencia en nuestra sociedad, como el último recurso de muchos sectores sociales para hacer oír sus demandas.

Tuvieron que desaparecer 43 jóvenes para darnos cuenta que la violencia no sólo es algo cotidiano, sino es ya parte de nuestros recursos para resolver problemas.

Ante un gobierno adormilado que no atina a responder adecuadamente, la quema de edificios públicos, enfrentamientos con policías, secuestro de funcionarios, destrucción de mobiliario y tiendas, toma de casetas de peaje, humillación pública, lo mismo de funcionarios de partido que de periodistas, nos hacen ver que la negociación y el diálogo también han desaparecido del escenario nacional.

8. Pone en evidencia la tolerancia social hacia el narcotráfico.

Con toda la indignación por la pobre respuesta gubernamental, de los tres órdenes, ante esta problemática, se quiere esconder la mano del narcotráfico como parte del origen del crimen. La congruencia ha sido secuestrada, pues si exigimos que renuncie el Presidente, también deberíamos pedir que renuncien los narcotraficantes. Al menos, parece, estos últimos no han perdido nuestro respeto, o no les hemos perdido el miedo, porque a Peña desde hace mucho tiempo.

9. Regresa la discusión sobre la incompetencia del gobierno como garante de la paz social y la seguridad ciudadana.

Si en 2004 miles de ciudadanos marcharon en las calles de la Ciudad de México exigiendo un alto a la inseguridad —teniendo frescos los secuestros que también privaron de su vida a varios jóvenes—, nuevamente regresa la cuestión de la incompetencia de los tres órdenes de gobierno para garantizar seguridad a los ciudadanos. Nuestros impuestos  —nuestro dinero— se usan para contratar criminales que, como en el caso de los normalistas desaparecidos, ayudan más a sus colegas que no portan placa que a quienes les dan sus sueldos. Sin mencionar el tiempo que ha pasado la PGR sin encontrar el paradero de los desaparecidos, para cerrar el caso. Por cierto, de los detenidos, la mayoría son funcionarios gubernamentales, aunque usted no lo crea.

10. Coloca en la mesa de debate el tema del tipo de país que somos, por la desaparición de 43 estudiantes pobres en una de las entidades más pobres del país.

Finalmente, fueron estudiantes pobres, oriundos de varios municipios que se cuentan entre los más pobres del país, en un estado con altos niveles de pobreza, enviados a viajar —sin que se conozca la verdadera razón de esto— varias horas sin más recursos que los que traían consigo hasta alcanzar un destino fatal en Iguala, secuestrados por considerarse que eran prescindibles. No les importó a quienes con armas en la mano desviaron su camino, no pareció importar a quienes deben velar por la seguridad de todos, no importó a quienes deben gobernar para todos. Tal parece que verdadero crimen es ser pobre, pues es igual a ser desechable. Olvidamos que vivimos en un país pobre que sueña algún día ser de primer mundo.

Y sí, el efecto Ayotzinapa es el más evidente de que algo ya cambio en nuestra sociedad. Ni temas como la huelga en el IPN o las contínuas revelaciones de las casas de Higa para funcionarios del círculo presidencial, entre muchos otros escándalos, han logrado reducir el impacto por la desaparición de 43 normalistas.

Al contrario, lo mencionado líneas arriba refuerza la idea de que no tenemos el gobierno que merecemos, aunque regale millones de televisores antes de las elecciones, que quizá sirvan para que los pobres abran los ojos.


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