Educación y seguridad

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La educación es asunto de prioridad nacional, al mismo nivel que el de la seguridad. Sin una plataforma cultural básica que ofrezca a la población mexicana la estructura para comunicarse y, partiendo de ella, labrar su superación, no podremos situarnos en la comunidad internacional en condiciones de igualdad y competitividad en cualquier orden, sea el económico o el político.

Nuestros datos en materia educativa son trágicos. El Reporte de Capital Humano 2015, elaborado por el Foro Económico Mundial, nos ubica en el sitio 102 en cuanto a calidad de educación primaria en una lista de 124 países, y en el grupo de 15 a 24 años de edad, la calidad del sistema de educación se ubica en la posición 107. El índice general del World Economic Forum nos asigna el lugar 58, superado en América Latina por Chile (lugar 36), Panamá (42), Uruguay (48) y Brasil (57).

Mexicanos Primero declara que el promedio de escolaridad es de 8.6 años, mientras que en otros países es de 14 años; pero no sólo vamos pocos años a la escuela, sino que el tiempo no se usa de manera efectiva: tenemos 572 horas en un ciclo y en Corea es de cerca de mil 200 horas.

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El retraso educativo contrasta con nuestra fama internacional como país de amplias perspectivas. Tampoco concuerda con la herencia que desde tiempos precoloniales nos llega con su educación obligatoria impartida en el Calmecac y los Telpochcallis,  o la de las escuelas de los mayas. El Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco se fundó en 1537 y poco después la primera universidad en América, la Constitución de Cádiz habría de disponer la creación de educación para todos. Estamos lejos del ambicioso programa cultural de don José Vasconcelos y su prolífera edición de lecturas clásicas.

El gasto social, que incluye el destinado a educación, en 1990 representaba cerca de 5% del PIB, en 2000 ascendió a 7.3% y en 2014 casi a 12%. Pese a sus incrementos, los resultados son penosos. Se dice que nuestra población tiene 8.6 de escolaridad promedio. De los que tienen 15 años y mayores, 13.8% no tiene grado de escolaridad, 61.6% terminó la educación básica, 14.2% terminó la educación media superior y 9.9% terminó la superior. La ironía está en que sus capacidades de comprensión y de aplicación práctica son ínfimas.

La implicación de estas realidades es la crasa debilidad que lastra a nuestra sociedad en todos los ámbitos, salvo, por cierto, en el artístico, para atajar los retos que el mundo moderno le presenta al mexicano en lo individual y colectivo.

Lo que está en juego es que un país, ahora de más de 120 millones de habitantes, pueda sustentarse con dignidad e independencia, resolver con decisiones propias su evolución para luego aportar tangiblemente a solucionar los problemas que a diario surgen de un complejo panorama mundial.

El atraso educativo nos lastra y cobra caro en términos de seguir dependiendo del exterior en casi todos los campos del desarrollo, el económico y, desde luego, el cultural. Los logros que algunos mexicanos van conquistando con su esfuerzo personal no alcanzan a sumar una masa crítica que coloque al país como una colectividad de altos niveles de reconocimiento internacional. A falta de ello, afuera, se difunden sólo las noticias negativas.

Hay un sinnúmero de tareas que esperan emprenderse, empezando por desarraigar la increíble corrupción que invade el sector. Falta dignificar al magisterio y articularlo con asociaciones y cooperativas de padres de familia. Hay que vincular producción, escuela y empleo con los sistemas de educación dual.

El bajísimo nivel cultural es una invitación a peligrosas infiltraciones de todo tipo desde el exterior. La educación es nuestra mejor aliada contra esos peligros.

Quisiéramos pensar que en estas últimas semanas se inició la auténtica renovación educativa que todos esperamos. Las señales no son, empero, robustas. El gobierno aún se deja amagar. Los nuevos dirigentes de los tres partidos principales deben dejarse de fáciles ambigüedades en temas cruciales como éste. Definir metas valientes.  Falta marcar perfiles y tensar la rienda. Lo que se requiere en el sector de educación vale para los demás.

Se trata de que el gobierno demuestre que la Reforma Educativa, la educación pública, es una verdadera posibilidad y que aun 105 años después, se cumple la meta de la Revolución de 1910.


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