Economía y Navidad

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Para los operadores económicos, sean consumidores, empresarios, banqueros, funcionarios públicos, y trabajadores en general, la Navidad es ocasión de actitudes y pensamientos diversos y hasta contrapuestos. Sean o no cristianos, de alguna manera se contagian del espíritu navideño, el auténtico, de amor al próximo, de unidad con la familia, de pensar en Dios, de paz interior.

Es también ocasión de discurrir en muchas otras cosas que nada tienen que ver con sentimientos religiosos y de amor al próximo: cierres de ejercicios, pago de impuestos, erogaciones patronales extraordinarias como aguinaldos, primas vacacionales, tiempo extra quizá, pedidos, ¡mordidas!, en fin, motivos de presión psicológica si las cosas no marchan bien (o francamente mal).

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Navidad y fin de año se han convertido en época consumista, tanto por los gastos en celebrar posadas, cenas navideñas, de año nuevo y de cualquier otro motivo, como por comprar regalos o artículos necesarios por la temporada invernal o por ofertas “que hay que aprovechar”. La verdad tanto se compra por regalar a familiares y amigos que como resultado de esfuerzos mercadotécnicos que inducen al gasto: “aproveche su aguinaldo…”

Es también época de vacacionar, sea por suspensión de labores académicas, como por visitar familiares en otras ciudades, para celebrar juntos Navidad. La romería de miles de migrantes que llegan del extranjero es bien conocida, con su derrama de dólares en gastos y regalos. Por desgracia, la mayoría vacacionista debe preparase a enfrentar el abuso, la especulación y mal servicio.

Para el trabajador y su familia, es tiempo de recibir algo más de dinero, o de enfrentar la realidad de que la empresa simplemente no lo tiene o que su “changarro” no lo genera. Para la mayoría de los padres de familia, es época de angustia, ya que la abrumadora publicidad crea expectativas y deseos imposibles de satisfacer, tanto para ellos mismos como para los hijos o los abuelos.

Para mucha gente, es época de pedir, y hasta exigir “mi Navidad”, bajo el supuesto de que los demás sí tienen dinero de más y deben compartirlo. Los “cochinitos” aparecen por todas partes, para recibir propinas extraordinarias.

La confrontación entre los sentimientos religiosos, o de simple afecto que Navidad trae consigo, se confrontan entonces con las carencias o limitaciones. Un comerciante puede ver la ocasión de vender más, aún a crédito, o bien para aplicar a su favor las famosas “leyes de la oferta y la demanda”, es decir inflar precios y especular, afectando principalmente a los más desfavorecidos. Es como las flores en Día de Muertos: precios por las nubes.

Quienes tienen responsabilidad de decisión sobre dineros, precios, empleos y uso del tiempo, deben confrontar sus decisiones con el espíritu de Navidad, y ver si sus acciones corresponden a sus creencias o si violan sus principios morales.

Para celebrar Navidad se requiere congruencia moral, o las demostraciones de amor y afecto con los propios se volverán hipocresía y hasta burla frente a las posibles acciones de especulación y falta de respeto por los demás, sean compañeros, competidores, proveedores, clientes o subalternos. Si la época navideña es congruencia personal de acciones con principios y sentimientos, podremos pasar estos días en paz con nosotros mismos.


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