Dos manifestaciones ciudadanas

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Miles de mujeres de todas las edades, lugares, creencias, ideologías, profesiones y oficios, salieron a marchar en las principales ciudades del país para exigir un alto al abuso sexual, al acoso, a la discriminación y a la violencia de todo tipo contra las mujeres. La violencia hacia la mujer es una de las expresiones más inhumanas y destructoras de una sociedad. En México se da de manera constante, por eso indigna tanto el caso de Daphne —y de miles de adolescentes más— porque es víctima de la violencia machista de quienes se sienten con derecho a abusar. También conocemos de delitos que tienen una mayor carga de violencia contra las mujeres víctimas. Las historias se repiten aun cuando se tardan mucho en contarse y ahí están. Por eso la manifestación de ayer es importante para todos: autoridad, sociedad, universidades.

Todos queremos un país donde exista respeto entre los ciudadanos y respeto de los gobernantes hacia los gobernados.

La segunda manifestación es la que implicó más de 634 mil personas que, puestas a marchar en Paseo de la Reforma, hubieran creado una multitud compacta del Zócalo al Auditorio Nacional y tal vez más lejos. Pero no hablo de una marcha en las calles. Hablo de los 634 mil mexicanos que se organizaron para promover la llamada Ley 3de3, la primera iniciativa de ley presentada por los ciudadanos al Congreso. La discusión se ha centrado en hacer públicas las declaraciones patrimonial, fiscal y de conflicto de interés de los gobernantes, legisladores y funcionarios. Pero va más allá de eso: tiene como propósito crear un verdadero sistema de rendición de cuentas en el servicio público, dando incentivos a la integridad y castigando la corrupción. Es una iniciativa bien diseñada, que sigue las mejores prácticas internacionales a favor de la transparencia.

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Estoy convencida, y así lo he manifestado, de que un ciudadano tiene derecho a exigir mejor comportamiento a la autoridad que la que se exige a sí mismo. Esto es así, porque el servidor público no es cualquier ciudadano, sino que es un ciudadano con poder, con recursos públicos obtenidos de los ciudadanos sin poder político.

La respuesta del poder político a los 634 mil ciudadanos llegó. Mientras PAN y PRD crearon un frente para apoyar la iniciativa, el PRI en el Senado anunció que su respuesta es un rotundo “no”. El senador Emilio Gamboa denunció que la propuesta pretende “desatar una cacería de brujas”. El temor del senador es que, con la Ley 3de3, los políticos ya no se puedan, por ejemplo, comprar un coche nuevo sin levantar sospechas infundadas de gente que, tal vez empujada por la envidia, podría llegar al extremo de acusarlos de corrupción, ya hubo quienes advirtieron que explicar el origen de la riqueza de algunos políticos era violatorio de la privacidad.

¿Acaso no podemos ver que es la corrupción la que nos ha estancado en la mediocridad, en la falta de crecimiento?, ¿por qué no podemos ver que la opacidad nos ha empobrecido y nos ha instalado en la desconfianza?, ¿no es peor la señal de rechazo en estos momentos?

Mucho me preocupan las reacciones de políticos. Estoy segura de que para todos los senadores el grado de desconfianza a la política y a los políticos es un riesgo para la democracia. ¿Por qué reaccionan con ese rechazo a la iniciativa?, ¿por qué no ven una oportunidad para estar de acuerdo con cientos de miles de ciudadanos? ¿Qué poderosa razón los hace rechazar una iniciativa como esa en estos momentos de tanto desprestigio de la política? Rechazarla es un acto, además, imprudente. Y la prudencia, señores legisladores, también merece hacer un esfuerzo por practicarla.

Por lo pronto, desde aquí expreso mi apoyo completo a las organizaciones de la sociedad civil y a todos los ciudadanos de bien que están promoviendo esta iniciativa de ley. Les pido que no se rindan y que sigamos dando la batalla, que ustedes han demostrado que en México, cuando hay corrupción… sí pasa algo.


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