Dos años de dos pesos más

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Las promesas ofrecidas fueron lo suficientemente convincentes para que los usuarios toleraran la nueva tarifa.

Fue hace ya dos años cuando los capitalinos fueron sorprendidos por el aumento en el precio al boleto del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC), al pasar de tres a cinco pesos.

Una medida que, aseguró el gobierno de la ciudad, fue tomada con el fin de mejorar el servicio, optimizar los tiempos de recorrido y, en general, hacer más eficiente el sistema de transporte que mueve a poco más de cinco millones de personas al día.

Incorporación de más policías, rehabilitación de trenes para incrementar el número de convoyes, expulsión de vagoneros y vendedores, así como un servicio de primer mundo fueron los elementos de la campaña que se echó a andar para justificar el duro incremento al más básico y elemental medio de transporte de la ciudad.

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En retrospectiva, las promesas ofrecidas fueron lo suficientemente convincentes para que los usuarios toleraran la nueva tarifa con la cual esperaban vagones disponibles y libres de ambulantes para sus trayectos diarios.

Sin embargo, la realidad se ha encargado de cuestionar estos ofrecimientos. Hoy el servicio es igual al de hace dos años. Los tiempos de espera y recorridos son los mismos y la percepción de los ciudadanos, pese a los esfuerzos de la nueva dirección, es la de una atención que no está a la altura de las exigencias y, principalmente, proporcional al costo del boleto.

Abordar un vagón en hora pico en estaciones de alta concurrencia es una hazaña que a los usuarios puede tomar más de 20 minutos lograr y después de dejar pasar, por lo menos, un par de convoyes.

Situación que puede duplicarse en temporada de lluvia, cuando la rotación se reduce por cuestiones de seguridad.

También se prometió que, con el incremento al costo del boleto, los vagoneros se iban a terminar. Los elementos de seguridad pública incorporados al STC serían los encargados de garantizar que los vagones y andenes dejen de ser espacios de venta al público de una infinidad de productos.

No obstante, hoy vemos que esto no sólo no se ha cumplido, sino que los vendedores disputan, a golpes si es necesario, su territorio. En redes sociales se han compartido los videos en donde riñen entre ellos o con los mismos policías para reforzar su presencia y evitar su desalojo.

Recientemente también quedó al descubierto la misión imposible en la que se ha convertido darle mantenimiento a las estaciones, cuando en Nativitas se desprendieron las escaleras.

El Metro de la Ciudad de México es uno de los más grandes del mundo, tanto en extensión como en traslado de pasajeros, así como también no deja de ser cierto que su tarifa es de las más económicas en comparación con otros países.

Sin embargo, los ciudadanos ya han dejado de manifiesto su aceptación a cambios en el costo —tal como pasó hace dos años—, siempre y cuando la calidad del servicio y su eficiencia se incrementen en la misma proporción.

Es ahora el turno de las autoridades del Metro de demostrar que están a la altura del compromiso. Es momento de que los resultados al ajuste tarifario se reflejen en los trayectos diarios de los que dependen millones de usuarios.


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