Destruir al INE para que gane el gobierno

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Por: Aminadab Pérez Franco

Ricardo Salinas Pliego está urgido de recuperar la simpatía presidencial. El dueño de TV Azteca intenta emular las frases zalameras del Tigre Azcárraga Milmo quien se ufanó hace casi 30 años de que su empresa Televisa era “un soldado del PRI” y de que su contenido era para una “clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida… y hay que llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad”. Y para darle gusto al presidente, Salinas Pliego, la segunda cabeza del duopolio de la transformación antidemocrática sentenció en un mensaje que distribuyó por Telegram: “Yo creo que el Instituto Nacional Electoral (INE) debe morir pronto”.

López Obrador ha acariciado la muerte del INE por la vía del sometimiento desde que el entonces IFE ciudadano organizó en 2006 la elección presidencial más cerrada de la historia donde el tabasqueño fue derrotado por el panista Felipe Calderón por el estrecho margen del 0.54 por ciento.

La historia lopezobradorista de esa elección se ha repetido hasta la saciedad: un fraude que no se materializó con votos falsos sino con toneladas de libros, videos, declaraciones, movilizaciones, acusaciones, estudios, fantasías, creencias y un despliegue propagandístico que podría ruborizar al mismísimo Josep Goebbels autor de la receta de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.

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No es la intención de estas líneas convencer al lector de lo contrario a lo que crea sobre esa historia del 2006: quien quiera creer, por ejemplo, que el recién concebido no es un ser humano, puede creer cualquier cosa.

La última agresión presidencial contra el Instituto fue calificarlo hace días como el “Supremo Poder Conservador”. El Ejecutivo comprende perfectamente que el INE es la suprema autoridad electoral, por eso la ataca y quiere debilitarla, porque no está dispuesto a competir en las elecciones de manera limpia y sujeto a las decisiones de una autoridad ciudadana imparcial; López Obrador proviene de la cultura antidemocrática del partido oficial, del carro completo, del presidente metido en la elección para que ganen sus candidatos, de la elección vista como operación de Estado. Fue lo que vivió mientras fue militante del PRD, es lo que hace como líder moral de MORENA. Él quisiera que la democracia fuera que ganen él y los suyos siempre y de todas todas.

Por lo anterior es necesario recordar por qué se creó el IFE y advertir lo que va a ocurrir si tiene éxito la andanada presidencial, respaldada por todos sus voceros y raleas, por las iniciativas delirantes de Ricardo Monreal y Mario Delgado y ahora también, por la humillante desvergüenza del propietario de TV Azteca quien, en este caso, parece ignorar las preferencias políticas de su padre por su afán de lucro y de entreguismo incondicional al poder.

Antes de que existiera el Instituto Federal Electoral las elecciones las organizaba el gobierno, específicamente, la Secretaría de Gobernación, cuyo titular se convertía automáticamente en la cabeza de la todopoderosa Comisión Federal Electoral, capaz de cometer cualquier acción, legal o ilegal disfrazada de legalidad, para beneficiar electoralmente al partido del gobierno, para ignorar las quejas de la oposición, para pasar por encima de los votos de los ciudadanos y para dar por triunfadores a los candidatos del partido oficial.

Fueron los secretarios de Gobernación en contubernio con el PRI los que pusieron en práctica las operaciones fraudulentas, la delincuencia electoral impune, la simulación electoral, los carros completos, los mapaches ladrones de paquetes, las urnas embarazadas, la expulsión de representantes de casilla de la oposición, la compra de votos, las juntas computadoras expertas en falsificar las actas y adulterar paquetes, las amenazas a los candidatos no priístas, el uso de recursos públicos a favor del PRI, el control de los medios de comunicación para promocionar priístas o esconder crisis, todo eso y mucho más es la historia de la falsificación electoral de México en el siglo XX.

Y hoy, López Obrador y MORENA con el apoyo de algunos idiotas útiles e interesados quieren destruir al INE para regresar a los tiempos electorales de Bartlett, Olivares Santana, Moya Palencia, Echeverría, Díaz Ordaz, Ángel Carvajal, Ernesto P. Uruchurtu y Adolfo Ruiz Cortines, entre otros, quienes en su haber cuentan con fraudes, represión, manipulación, amenazas y todas las maniobras antidemocráticas posibles, porque ninguno de ellos actuó como demócrata, de manera imparcial y respetando el voto popular.

La razón por la cual el gobierno no debe organizar las elecciones es porque automáticamente entra en conflicto de interés al ser juez y parte. No tenga usted la menor duda que el presidente López Obrador desea tanto como la silla presidencial que todos los candidatos de Morena ganen el próximo 6 de junio para seguir usando a la Cámara de Diputados y a los gobiernos estatales como apéndices del capricho presidencial.

Ese resulta ser exactamente el mismo deseo de manejar las elecciones desde el poder que tuvo el general Santa Anna, el que tuvieron los liberales con don Benito Juárez a la cabeza y quienes se acusaban entre sí de elecciones sucias a pesar de estar en un solo partido, el que consumó don Porfirio Díaz durante tres décadas, el idéntico proceder de los generales revolucionarios antes de 1929 y la realidad política del México posrevolucionario desde la fundación del PRI hasta las elecciones de 1991.

La pérdida de legitimidad ocasionada por el fraude electoral perpetrado por Manuel Bartlett para darle el poder al candidato de su partido, el PRI, Salinas de Gortari en 1988, obligó a crear al IFE en 1989 y después a ciudadanizarlo en 1994, tras el alzamiento zapatista, el asesinato de Colosio y el debate presidencial del 11 de mayo. La ciudadanización del IFE, que costó sangre, sudor y lágrimas derramadas por décadas, consiguió arrebatarle al gobierno la organización directa de las elecciones y consolidar la transición democrática de México.

Cuando el gobierno organiza las elecciones, la historia de México nos recuerda que el proceso deja de ser una jornada para expresar la libre voluntad del pueblo, pues los intereses autoritarios provocan que las elecciones degeneren en una operación de Estado montada por la clase gobernante en turno para mantenerse en el poder y darse a sí misma el mayor control posible de los cargos de elección.

Cuando el gobierno organiza las elecciones no hay imparcialidad, hay favoritismo para los candidatos del partido gobernante; si el gobierno organiza las elecciones las casillas se integran por funcionarios, agentes, activistas y militantes del partido en el poder y no por ciudadanos; si el gobierno organiza las elecciones no quiere perder y por eso empieza a meter la mano para ganar y usa los recursos públicos y los programas sociales, los apoyos, los subsidios y hasta las campañas de vacunación para que ganen los candidatos del gobierno y no necesariamente a quien prefieran los ciudadanos.

En México hemos vivido pocos años y pocos momentos de democracia y aún no se arraiga entre nosotros una auténtica cultura democrática; es obvio que la democracia no ha dado los resultados que la gente espera y el debate democrático causa mucha incertidumbre y controversias entre la opinión pública. Pero vale la pena recordar que en los largos años cuando no hubo democracia, la imposición, el mayoriteo, el autoritarismo y la represión fueron las armas de un poder que se concebía a sí mismo como eterno e invencible. Bien ganado tuvo el mote de ser la dictadura perfecta.

La falta de democracia causó la guerra civil y la intervención extranjera, la dictadura porfirista, la revolución mexicana, los ajustes de cuentas entre caudillos, el partido oficial, la matanza del 68, el fraude patriótico, la reforma política y el anhelo democrático que produjo la alternancia en el año 2000. En el mundo siempre han coexistido los demócratas y los enemigos de la democracia, quienes ven al poder como instrumento para servir a la gente y quienes quieren apoderarse del mismo para acumular sus beneficios, quienes se preparan para servir y quienes se dedican a mentir con discursos populistas y demagógicos.

Los dictadores siempre han temido a las elecciones libres, al ciudadano libre y al voto libre, pues no comprenden que en democracia se gana y se pierde porque quien decide el lugar que corresponde a los políticos, el poder o la oposición, es al pueblo con su voto. Pretender ahora que el nuevo grupo gobernante que llegó por la vía democrática en 2018 use ese poder para destruir al INE y a la democracia es simplemente hacer explícitos sus sueños dictatoriales, autoritarios y excluyentes de quienes ganaron porque, en el fondo de su pensamiento, le temen a la voluntad del pueblo.

Por eso hoy el presidente y MORENA quieren destruir al INE. Por eso lo han desprestigiado como desprestigian a todo orden e institución que se interpone en su visión dictatorial: que si los consejeros ganan mucho, que si las elecciones salen muy caras, que si el financiamiento a los partidos es excesivo, que si el nombramiento de consejeros responde a cuotas partidistas, que si esa institución no garantiza la limpieza de las elecciones. Y esto, como ya mencionamos, es propaganda sesgada e interesada sustentada un ánimo por igual antidemocrático y revanchista.

Cualquier error que haya cometido el INE o antes el IFE es menor que el peligro del control de las elecciones por el gobierno; cualquier error de las instituciones puede ser enmendado, pero volver a tener a un gobierno metido en las campañas y a su líder lanzando consignas electorales todas las mañanas sería justamente la destrucción de una democracia a la que no se le permitió consolidarse.

Lo peor sería que si en la próxima elección gana la tentativa dictatorial que abandera MORENA costará muchos años recuperar el camino democrático que hoy todavía tenemos. La última oportunidad para salvar la democracia es el próximo 6 de junio: para que haya 2024, es necesario recuperar el equilibrio democrático en 2021, ni más ni menos. Una mayoría de MORENA en San Lázaro sería el inicio oficial de la dictadura.


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