Voy desfasado de la realidad. Debería estar celebrando la flamante Ley de Participación Ciudadana (LPC) pero, pensándolo bien, hoy no encuentro motivo para regocijarme. Mientras unos ven un “avance”, yo ya estoy en otro momento, viendo cómo esta victoria estará haciendo más difícil otro cambio mucho más importante, profundo y trascendente.
Quizá esa sea mi función, ir adelante, abriendo brecha. Ya sucedió con lo de las candidaturas independientes y ahora esto de la participación ciudadana me pone a pensar de nuevo fuera del cuadro. ¿Argumentos en mi contra? ¡Bienvenidos!
Vi un documental del célebre físico Stephen Hawking sobre cómo se puede “viajar en el tiempo” con tan solo subir un cerro. Y por asociación de ideas pienso en el verdadero efecto de no haber tenido candidaturas independientes desde hace 30 años. ¿Nuevo León, trepado en la máquina del tiempo hacia el pasado; o podemos anticipar el futuro?
Ahora estamos sufriendo los megaefectos del atraso cultural democrático (del cual podemos culpar en gran parte al fallecido don Luis H. Álvarez, cofundador de la partidocracia). El independiente rompe algunos moldes, pero se resiste a repensar todo, desde la A a la Z. “El Bronco” llega tarde, estilo de gobierno de abandono foxista. Ya sufre consecuencias negativas que ni a Rodrigo, ni a Nati les ocurrieron.
“El Bronco” compró a Elizondo la idea de una Gubernatura imperial. Así lo pactaron. Uno es el rey y el otro es el primer ministro, el “coordinador” ejecutivo. Resultado: un Gobernador ausente, concentrado en la grilla nacional, distraído mientras le ejecutan a amigos y colaboradores. Se pudo evitar, pero pasó lo que pasó por romper las reglas de la cadena de custodia que la ley exige.
La Ley de Participación Ciudadana sufre también de un embarazo tardío y por ende riesgoso. El romance tomó al menos 12 años, luego boda como que de escopeta. La criaturita nace con rasgos de hidrocefalia y es puesta en incubadora. Quizá en un año respire por su cuenta; ojalá resulte listilla.
Falta un año para que los municipios y el Congreso local se pongan a tono. Como la reforma a la Constitución no puede tener efectos retroactivos, no aplicará hasta el siguiente Gobernador, para entonces un “americanou” puesto por Donald Trump o un coreano puesto por Hillary Clinton, supongo. (Es broma, es broma.)
Jaime Rodriguez Calderón ha dicho que él aplicará la revocación aunque la ley no lo diga. ¡Ah, caray! Quizá esta oferta sí sea motivo de celebración para muchos de sus desangelados seguidores. ¡Ups! Falsa alarma: la ley exije un millón y medio de votos para que proceda la revocación. (La boleta de revocación debió estar en las urnas en automático y simple mayoría suficiente para decir adiós al mandato. Momento, eso sería demasiado “avance”).
Veo las fotos con las granaderas estacionadas y no sé qué pensar. ¿Faltan ganas o falta lana? La seguridad va de picada. Deberíamos estar cerrando hasta los museos para concentrar recursos en frenar la criminalidad en el gobierno independiente.
Es verdaderamente milagroso que podamos, eso sí, celebrar que salió el primer Kia. Ello a pesar de las confrontaciones públicas entre el gobierno independiente y la armadora.
Con mucho en contra, Nuevo León sigue adelante. Esto no tiene nada qué ver con el gobierno, sino a pesar de un gobierno nada propiciatorio. La energía ciudadana que trae la LPC está por verse.
Existe una incapacidad notoria en el liderazgo para adelantar la película y tratar de escoger otro futuro diferente al que nos está llevando la inercia de las situaciones “manejables”. Dicen que en tiempos de crisis cada quien se refugia en lo que mejor sabe hacer (o decir). Aquí la crisis es constante, permanente, implacable y lo que sí sobran son ocurrencias.
Ésta LPC llegó tarde, se queda corta y se ve lenta. Cuando respire ojalá no estorbe el cambio posible que está en otra parte, en otra mentalidad no imperial, esperando.
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