Desde Torreón hasta Chiapas: islam en México

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Las noticias que nos llegan desde Oriente Medio sobre las cruentas turbulencias bélicas de grupos islámicos, hace que la presencia musulmana en nuestro país sea objeto de interés.

Los centros de difusión y las comunidades musulmanas existen desde hace bastante tiempo, más allá de pequeños grupos de fieles que siempre han vivido entre nosotros.

El dinamismo del norte del país atrajo a inmigrantes de religión musulmana, que se preocuparon por abrir en 1989 la primera mezquita llamada Suraya en Torreón, perteneciente a la comunidad sunita. Además de los salones privados donde los diplomáticos de fe musulmana se reúnen para realizar sus rituales, se han fundado muchos más sitios análogos en toda la República.

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El Centro Cultural Islámico, por ejemplo, difunde el conocimiento del Islam en un buen número de ciudades como Monterrey, Guadalajara, León, Morelia, Veracruz y Tijuana. En Tequesquitengo, Morelos, se abrió la mezquita Dar as Salam, la más grande del país, que incluye una casa de retiro e imparte información sobre el Islam.

Pero es en San Cristóbal las Casas, Chiapas, población chamula, donde en 1995 arrancó la campaña formal de proselitismo y conversión al Islam y que tiene un claro arraigo y organización. La comunidad la integran españoles y tzotziles con casas, comedores, salas de retiro, talleres donde se elaboran artículos para vender. También opera en San Cristóbal la Misión Da’ Wa, que cuenta con una madrasa, escuela donde los niños chamulas aprenden el Corán y la lengua árabe.

Ahí se pronuncia el nombre sagrado de Alá cinco veces al día y su atuendo es rigurosamente musulmán. Algunos de sus conversos ya han hecho el Hajj, el viaje a la Meca que todo musulmán que tenga los medios, debe cumplir al menos una vez en su vida.

El Movimiento Mundial Murabitum, una asociación político-religiosa que se propone establecer el Islam en el mundo occidental forma parte de la comunidad musulmana de San Cristóbal las Casas.

Los orígenes de este movimiento islámico en Chiapas se debe a españoles que en 1994 llegaron a México para apoyar la lucha del EZLN. Después del levantamiento zapatista propusieron a los comandantes zapatistas crear una sociedad económica y política diseñada conforme al Corán.

Cohesionada por las enseñanzas del Islam, la comunidad compuesta de tzotziles y unos cuantos españoles se mantiene autónoma e independiente del mundo de “infieles” que la rodea regida por un emir como cabeza política y un imám que es la autoridad religiosa. La madrasa forma a los niños en la religión mientras que los talleres trabajan conforme a los usos y costumbres dictados en el Corán.

Por el momento las comunidades musulmanas en Chiapas son dos, la Sufí Murabitun y la Sunni Al Kawthar. Los miembros de otra rama islámica, la salafí, tiene actividades en la Ciudad de México en la mezquita Dar al Hikma, relacionada con el Instituto de Lengua y Cultura Árabe donde se dan conferencias e imparten clases de árabe. Se han fundado otros centros como el Islámico Ahlui Bayt en 2012 en la Ciudad de México.

Aunque el número de musulmanes es todavía pequeño, sólo tres mil 700 según el censo de 2010, su crecimiento es constante como lo es en todo el mundo.

Salvo la persecución religiosa que el presidente Calles desató durante su administración, México es un país con firme tradición de libertad religiosa y da la bienvenida a cualquier creencia, mientras se sujete al Artículo 24 constitucional, que define los principios de convivencia que exigimos en esta materia, con el fin de evitar nuevos dramas originadas por la intolerancia.

A diario se difunden los horrores que el ISIS realiza, en regiones donde extiende su criminal empeño por imponer nada menos el dominio universal de su perversa versión de un califato islámico, al que el grueso de occidente ha respondido con lo que algunos temen sea la tercera guerra mundial.

No podemos saber qué curso tomarán los acontecimientos mundiales. Por nuestra parte, debemos confiar en que las sectas que buscan conversos entre nosotros no rebasen nunca sus prédicas de paz y armonía, ni persistan en los propósitos que animaron su llegada a México en los años noventa.


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