Democracia en gobiernos de minoría

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Una característica de las democracias, es que muchas veces no es la voluntad de la mayoría la que se impone y elige un partido o individuo que gobierne. Se supone que en la democracia electoral la mayoría decide, frente a los intereses y deseos de las minorías, pero no siempre es así.

Mayoría relativa: minoría

La razón es que cuando hay más de dos partidos (o candidatos) en las elecciones, y considerando la abstención (que en sí es una forma de opinar, aunque no sea votar estrictamente), la votación favorece al ganador en menos de la mitad más uno de quienes votan. En muchas ocasiones, habiendo digamos tres candidatos, el ganador llega al poder con un poco más de la tercera parte de los votos reales, ya no digamos de aquellos que tienen derecho a voto, lo ejerzan o no.

Otro aspecto de la democracia electoral, que mucho se ha mencionado, es lo que llamamos “partidocracia”, es decir la elección hecha por los partidos. La ciudadanía finalmente no elige personas, sino candidatos en cuya elección no tiene mucho (o nada) que hacer. Aún dentro de los partidos, para ser candidato se requieren condiciones que reducen al mínimo las posibilidades de la abrumadora mayoría de la base partidaria.

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La abstención electoral tiene muchas razones, desde la simple negligencia, la indiferencia, el derrotismo de que “nada sirve” o “todos son iguales”, hasta la de quienes se abstienen como voto de castigo o de negación a todos los candidatos: “no me gusta ninguno”. Ignorar los significados de la abstención es un error.

Si un partido gana una elección aún con mayoría absoluta de votos (más del cincuenta por ciento), digamos con el 53%, pero el porcentaje de abstención fue, digamos también de 44%, eso significa que el ganador obtuvo solamente el treinta por ciento de la voluntad ciudadana, haya votado o no. Gobierna con menos de la tercera parte de la voluntad popular, manifestada o no.

Patente de corso

Muchas veces, los gobernantes repudiados por su pueblo (individuos o partidos) alegan ser electos por la mayoría, y que si la voluntad mayoritaria de la ciudadanía les dio el poder, es porque aceptaron su propuesta de gobierno, su plataforma electoral y su ideología, arrogándose así una especie de patente de corso para hacer lo que les venga en gana. Aquí es donde la votación real sobre el padrón electoral es muy importante, pues la pregunta es si realmente la elección fue mayoritaria absoluta o lo es sólo en proporción menor, que tiende a ser el caso.

Gobernabilidad consensuada

Para efectos de gobernabilidad, sabemos cómo se resuelve el caso, se hacen coaliciones y consensos entre partidos. En el caso legislativo, estas prácticas son normales, cuando nadie tiene la mayoría absoluta de votos. Cuando todos (o casi todos) los dirigentes políticos de un país o estado tienen buena disposición por la gobernabilidad, las voluntades políticas llegan a converger en el bien del pueblo, la mayoría de las veces. Esto independientemente de que lo intenten, lo logren o no.

Lección para el ciudadano

Pero la lección importante de estas reflexiones es cuando un grupo en el poder, que llegó al mismo por una votación que representa la voluntad minoritaria del electorado, intenta hacer o hace lo que favorece sus particulares intereses o deseos. Lo acostumbrado aquí es alegar que la voluntad mayoritaria los llevó al poder, para que hicieran lo que están haciendo, lo cual, por supuesto, es falso.

La ciudadanía tiene así derecho a la protesta frente al abuso o distorsión en el ejercicio del poder público, aunque se haya ganado una elección. Aquí entra en acción la democracia entendida en un sentido moderno, más amplio que el electoral. La voluntad ciudadana se manifiesta –o debe hacerlo– a través de múltiples canales: sus partidos políticos, sus legisladores y las organizaciones de la sociedad civil y hasta la manifestación pública inorganizada.

Hay formas ya conocidas de participación democrática no-electoral formal, como el referéndum, el plebiscito o la consulta popular. Otro camino es el llamado cabildeo (lobbying) o gestión formal –o hasta informal– ante quienes toman decisiones de gobierno o legislación. Existe también el recurso a quienes en los medios de comunicación, tienen fuerza para influir en  las decisiones de los poderes públicos.

Así la ciudadanía, en una democracia por elección minoritaria (en términos de padrón electoral), exige se guarde respeto al bien común y los intereses de otras minorías ciudadanas, para gozar de un gobierno democrático en el más amplio sentido. Por su parte, dichas minorías, que sumadas constituyen la mayoría, deben legítimamente demandar la atención a sus voces políticas y ciudadanas a favor del bien común.


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