Del “Cachún, Cachún” al “Fuchi… Fuchi…”

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Por: Diego Fernández de Ceballos

Es rotunda y abrumadora la defensa a la UNAM con repudio al perínclito y bienamado nieto de español que vive en el palacio de Cortés.

El susodicho no testereó a la Madre Nutricia (Alma Máter) de México y a las demás universidades públicas del país, les pegó con saña.

Afirmó: “Yo quisiera avanzar más (en la salvación de México), pero fue mucho tiempo de atraso, de saqueo; afectaron a dos generaciones en las universidades públicas, hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de estos proyectos neoliberales; perdió su esencia de formación de cuadros, de profesionales para servir al pueblo”. Y añadió: “Sí, fue un proceso de decadencia, afortunadamente se tiene esta oportunidad (que solo él garantiza) de sentar las bases para la transformación y, si es posible, consumar la cuarta transformación”.

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Tiene razón Rafael Cardona: ¡En toda la madre!

Entendámoslo bien: las universidades deben quedar inexorablemente sometidas a los dogmas de un inepto y corrupto que voltea al pasado, que está en contra de la rotación de la Tierra, del progreso, de la libre discusión de las ideas, de la investigación científica y tecnológica, de la elaboración de planes y proyectos para que México supere su misérrima educación, su pobreza y desigualdad, el odio y la violencia. Sí, la “ciencia y consciencia” (de quien no tiene una ni otra) es la Biblia Sagrada a obedecer, apoyados en su “Cartilla Moral”.

Más aún: cuando su Alteza Pequeñísima nos da cátedra sobre la “inexistencia de las razas”, asumamos que nuestra amada Universidad ha de echar al basurero su lema creado hace exactamente cien años por el gran maestro, rector y filósofo José Vasconcelos: “Por mi raza hablará el espíritu”.

¿Y por qué ese epígrafe? Porque, en palabras de su autor: “significa ese lema la convicción de que la raza nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima”. Así: ¡libérrima!

Pero como son nuevos tiempos y “ya no hay razas”, el apotegma será: “Por la transformación de cuarta hablarán mis odios”, y el “Cachún, Cachún” cambiará por “Fuchi… Fuchi…”.

Por eso debemos preguntarnos a qué se debe tan artera agresión. Algunos dicen con razón que, según su Alteza Pequeñísima, deben ser sometidas las personas e instituciones que no se plieguen a sus divinos designios, y que no le profesen “lealtad ciega”.

Tengo una hipótesis adicional, que no parece descabellada: llegó la hora de su dulce venganza, placer preferido por los dioses. Está vivo su resentimiento por la tortura inaudita a la que lo sometieron un sinnúmero de maestrillos fifís, retrógrados, reaccionarios, conservadores y neoliberales que lo reprobaron mil veces en su doliente paso por la UNAM ¡durante 14 años! Por eso tiene en capilla a 31 investigadores y científicos; solo acoge y protege a sus reptantes.


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