De pisoteos, reformas y elecciones ¿Y luego… qué sigue?

0
628

Comienza el mes de junio con noticias de todo tipo. Quisiera hablar de cosas buenas, pero esta vez -como es menester en este ejercicio de la crítica- me ocuparé de las desagradables e irritantes muy a mi pesar. Y es que nadie puede permanecer impasible cuando hay tantos intentos de secuestro de la vida nacional: marchas de maestros de la CNTE, tomas de oficinas gubernamentales, bloqueos de las uniones de taxistas en la Ciudad de México, exhibiciones de corrupción aquí, allá y acullá (sin fronteras, como en el caso de la FIFA), actos de sabotaje a las elecciones en algunas zonas del país, autoridad ausente, acuerdos políticos subrepticios, leyes negociables, reformas de letra muerta y debilidad institucional en general.

Ha iniciado la veda previa a las votaciones, pero lejos está la tregua.

Para el fustigado ciudadano mexicano “aún hay más”. Se vislumbra un periodo donde no habrá sosiego sino mucho de qué hablar. Al hartazgo a consecuencia de las campañas políticas, “más cortas en duración pero más repugnantes en contenido”, se tendrá que sumar todo lo que acontezca después del domingo 7 en donde iniciarán los reacomodos de poder, las protestas e inconformidades (legales e ilegales) y la revisión de los temas nacionales pendientes de desahogo que quedaron en pausa debido al proceso electoral.

-Publicidad-

Este lunes 1 de junio la prensa nacional exhibió un hecho inédito, debido a un escueto comunicado por parte de la Secretaría de Educación Pública que causó rápida indignación. Fue algo pocas veces visto en el escenario mexicano: la coincidencia unánime de columnistas, medios de información y analistas en “condenar la suspensión del proceso de evaluación magisterial”, parte medular de la Reforma Educativa que con tanta fanfarria y estruendo el gobierno federal había presumido como uno de sus logros trascendentes. En ese reclamo contundente, organizaciones civiles, periodistas, académicos, instituciones y líderes de opinión reprobaron que fuera el propio gobierno quien decidiera pisotear la legislación vigente, vulnerando los derechos de millones de mexicanos y de paso, anulando a un organismo de reciente autonomía constitucional cuya única razón de existir radica en evaluar tanto a los maestros como a los procesos de enseñanza y al sistema en su conjunto: el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE).

La Autoridad, esa misma que juró guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes que de ella emanaren, en una exhibición majadera, descarada y repudiable decidió atentar contra sí misma al cancelar de un plumazo -o teclazo- lo que está obligada a obedecer.

Cada quien tendrá su opinión y habrá cien especulaciones al respecto, pero solo hay una conclusión posible: el juicio que la historia hará de un gobierno que no ha sido otra cosa más que lo exhibido en sus acciones (y omisiones). La claudicación del Estado tiene graves consecuencias en el tiempo. Mucho se hablará de ello en lo sucesivo.

Pero a unos días de las elecciones intermedias en nuestro país, quiero detenerme en apuntar hacia “lo que no está funcionando” y que por ello debiera discutirse toda vez que concluyan los comicios: la revisión a fondo de nuestro sistema de partidos, de las instituciones electorales y sus funcionarios; de los perfiles y de los métodos de selección de candidatos a cargos de elección; de la rendición de cuentas de los funcionarios electos; del costo de las campañas; del estado de simulación que ha imperado sobre el estado de derecho; de las constantes violaciones a la ley como las perpetradas por el impresentable Partido Verde; de las tres declaraciones -que muy pocos hicieron- y de la obligación a la transparencia, entre otras cosas.

Tiempo hace que nuestros institutos políticos enfrentan crisis terminal, y aunque evidente es para todo mundo el desgaste y la animadversión que por ellos se tiene, realmente se ha hecho muy poco para encarar el tema. Pero… al parecer hemos llegado ya a un punto de inflexión en donde el destino de México dependerá de no postergar más las decisiones; “hay que actuar” antes de que se agraven las circunstancias y se profundice el deterioro.

Yo no sé si la próxima legislatura federal vaya a contar con los talentos o capacidades necesarios para emprender una revisión a fondo del sistema de partidos, pero es un tema que a causa de los reclamos ciudadanos “no podrá evadir”. Por ello es tan importante que nuevamente emerja la participación ciudadana a través de las organizaciones de la sociedad civil, opinando, revisando, exigiendo y debatiendo. Han sido precisamente esos sectores quienes han dado el mayor ejemplo de civismo en acción a lo largo de esta temporada electoral, impulsando cosas como la declaración 3 de 3 (patrimonial, fiscal y de intereses) para los candidatos, denunciando delitos electorales como los del Partido Verde así como otras acciones de transparencia. Pero hace falta mucho más. Se requiere una mayor participación: ordenada y analítica, exigente y propositiva.

En una revista madrileña leía años atrás, que en alguna de aquellas tertulias de los intelectuales españoles de la famosa Generación del 98, el gran Pío Baroja, con solemnidad decía lo siguiente a sus colegas y amigos:

«En España hay 7 clases de españoles. Siete, igual que los 7 pecados capitales. Estos son:

1) Los que no saben;

2) Los que no quieren saber;

3) Los que odian el saber;

4) Los que sufren por no saber;

5) Los que aparentan que saben;

6) Los que triunfan sin saber; y 

7) los que viven gracias a que los demás no saben».

Deteniéndose en el séptimo punto, el insigne escritor añadió: «… estos últimos se llaman a sí mismos políticos, y a veces… intelectuales». Cuéntase que Miguel de Unamuno y Benito Pérez Galdós se levantaron de inmediato aplaudiendo a su compañero en muestra de total aprobación.

Semejante retrato de hace más de cien años, resulta de contemporánea vigencia. Aplica hoy tanto para nuestra nación como para la propia España, que hace unos días vivió una histórica jornada de elecciones que cambiará la correlación de fuerzas políticas en su gobierno.

En nuestro México, “país donde sabemos mucho pero hacemos poco”, esos 7 tipos de ciudadano y de pecados podrían adecuarse a una circunstancia que nos retrate mejor si cambiamos el «saber» por el «hacer»:

1) Los que no hacen;

2) Los que no quieren hacer;

3) Los que odian el hacer;

4) Los que sufren por no hacer;

5) Los que aparentan que hacen;

6) Los que triunfan sin hacer; y 

7) los que viven gracias a que los demás no hacen.

Malo es no saber, pero doblemente malo es no proceder. Y para no seguir rumiando lamentos y reciclando agravios contra una clase política que vive gracias a que los demás no saben o no hacen, debemos sacudirnos el letargo y entender que el momento de actuar ha llegado. Ya empezamos, al exigir cambios de fondo, al presentar firmas contra el retroceso educativo, al exigir transparencia y mayor responsabilidad social, por ejemplo. Continuemos demandando nuevas reglas, mejores decisiones, actores más responsables y actitudes diferentes.

El pasmo, la somnolencia y la inacción no pueden seguir mientras la patria se derrumba. ¿Con qué otras herramientas contamos? Solo con palabras, ideas, fe y actuación solidaria.

Recuerdo cuando Castillo Peraza sentenciaba que “la política solo fracasa cuando fracasa la palabra”. En buena medida la crisis política de México es la crisis de la palabra. La palabra que se empeña y se honra, es prenda que adorna a quien la usa en buena voluntad para construir el Bien Común. Cuando la autoridad jurídica ha perdido la autoridad moral, la palabra se evapora y solo queda espacio para la desconfianza. Solo con la palabra, hay manera de convencer y de llenar de esperanza el vacío.

@jlespinosap

@yoinfluyo


There is no ads to display, Please add some

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí