De la pandemia, a la guerra

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Por: Marcos Pérez Esquer

No cabe duda de que la especie humana es sorprendente, para bien, y para mal. Cuando apenas estamos saliendo de una pandemia que puso en jaque a la humanidad, de la cual vamos saliendo gracias a la solidaridad y la sabiduría del personal médico, y al desarrollo científico y tecnológico, que permitieron atender a cientos de miles de personas contagiadas, tomar medidas preventivas, y desarrollar y aplicar vacunas de manera masiva, increíblemente, pasamos de inmediato a la guerra, una guerra que -de nueva cuenta-, podría poner en jaque a la humanidad.

Así, llama poderosamente la atención cómo la humanidad puede pasar de lo sublime -cuando con una elevación moral e intelectual extraordinaria su personal médico atiende a sus semejantes en el contexto de la emergencia sanitaria-, a la barbarie de la guerra.

Y no se trata de cualquier guerra, se trata de una que potencialmente podría escalar a dimensiones mundiales. Espero que no se trate de la tercera guerra mundial porque, como dijo Einstein, “no sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Prefiero confiar en la victoria de la diplomacia, y de la sensatez. De lo contrario, las partes involucradas -que no son solo Rusia y Ucrania, sino la OTAN, es decir, Estados Unidos y Europa-, podrían llevar al mundo a una conflagración de proporciones bíblicas.

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Pero insisto en que confío en que las cosas tomen una ruta menos destructiva. De lo que no tengo duda, es de que estamos ante el inicio de una nueva etapa en la historia, un nuevo orden mundial, análoga al de la Guerra Fría.

De nuevo, el mundo se divide en dos grandes bloques: por un lado la OTAN, con Estados Unidos y las principales potencias europeas como Francia, Reino Unido y Alemania, y por otro lado, Rusia y China.

Esta guerra de bloques empezó a evidenciarse hace unos años en la parte económica y comercial; principalmente entre Estados Unidos y China. Esto no parará, al contrario, la guerra económica será cada vez más ruda, y se inscribirá en el contexto de la nueva guerra fría.

La invasión rusa de Ucrania iniciada este jueves, tiene su motivación en esa lógica de bloques, y pretende intimidar a la OTAN para que no prosiga con su avance hacia el este, es decir, hacia Rusia. Rusia ve en la firma que hizo Ucrania del Acuerdo de cooperación con la Unión Europea, el prolegómeno de la adhesión de Ucrania a la OTAN, y para nada quiere tener a un miembro de la OTAN junto a sus fronteras. Sería como tener una pistola apuntándote permanentemente.

Si la OTAN acuerda con Rusia cesar en esa ruta, la invasión rusa podría parar, para dar paso a la guerra fría. No sin antes fragmentar el territorio ucraniano, dividiendo ese país en varios más, de los cuales algunos territorios terminarían siendo parte del ruso, como Crimea (ya invadida desde 2014), en tanto que otros, ahora llamados “repúblicas separatistas”, que no son otra cosa que territorios ucranianos en los que habitan personas mayormente pro rusas, podría constituirse en nuevos países. Con sus fronteras seguras, Rusia podría detener sus hostilidades militares, pero insisto, no veo cómo la nueva guerra fría que hoy se asoma, podría detenerse.

Hasta aquí, habrá quien pudiera pensar que la solución está en manos de la OTAN que es la que amenaza las fronteras y la seguridad de Rusia, pero debemos recordar que lo que detonó esta etapa hostil fue la injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, en las que, mediante una amplia y secreta operación de redes sociales, logró que el electorado se decantara por su alfil, Donald Trump. La presidencia de Trump puso la democracia estadounidense en vilo, e incluso en serio riesgo de desaparición. Al final el pueblo estadounidense pudo sostener y apuntalar su democracia en las elecciones de 2020, en las que eligió a Joe Biden, pero estuvo a un tris, de verla resquebrajarse hasta sus cimientos. De ese tamaño, y así de directa, fue la agresión rusa hacia los Estados Unidos. Por eso Estados Unidos no puede dejar pasar el asunto así como así, debe crear las garantías de no intervención en el futuro, mientras que el resto de los países del mundo democrático tiene que poner sus barbas a remojar y tomar sus propias medidas de seguridad.

Como sea, insisto en lo sorprendente que es la humanidad. En un momento salva su propia existencia frente a las amenazas de la pandemia, y justo enseguida, ella misma la pone en riesgo mediante la guerra. La condición humana es insondable.

 


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