Cuando la autoridad viola la ley

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A pesar de que hay individuos que prefieren ser ermitaños, la mayoría de los seres humanos a través de la historia han decidido vivir en comunidad, inclusive organizarse para atender las necesidades que sobrepasan las capacidades individuales o familiares. Aún desde las grandes migraciones los grupos humanos contaron con dirigentes, colectivos o personalistas. Las órdenes se cumplían por consenso, y a veces por imposición o por temor reverencial.

Cuando el sedentarismo avanza y se establece la vida en ciudades y pueblos, las órdenes que dictan quienes las encabezan se formalizan por escrito. La comunidad sigue obedeciendo las indicaciones ya sea por consenso o por temor a represalias, con numerosos ejemplos de quienes no siguen normas y se rebelan contra la autoridad inmediata, incluso contra la autoridad central. Podría suponerse que lo hacen violando el orden establecido, pero hay casos en que quien viola la ley es la autoridad, y en este caso se justifica la rebeldía.

Quienes mandan están obligados a cumplir las normas vigentes, incluso las que fueron dictadas antes de su tiempo. Si los dirigentes no predican con el ejemplo, pierden autoridad moral para exigir que se cumplan, puede incluso violar leyes y estar sujeto a sanciones. Intentar someterlo a la ley puede interpretarse como rebelión, aunque quien se rebela tenga el derecho de su lado. En muchos países desgraciadamente la autoridad no respeta la ley cuando ésta le impide lograr sus fines.

Si quienes integran un gobierno se acostumbran a violar en forma ostensible una ley, aún de manera mínima, seguramente violan muchas más de manera callada. Si su superior tolera, o impulsa dichas violaciones, se hace cómplice y también viola la ley. Sancionarlo es complicado porque supuestamente debería ser quien la cumpliera primero y luego la hiciera cumplir por los demás comenzando por sus subordinados directos.

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No escribo esto porque argumente que el inquilino de Palacio viola la veda electoral para hablar del ejercicio que se dará el próximo domingo. Está tan viciado de origen este proceso “ciudadano”, que sus violaciones no pueden ensuciarlo más: nunca fue solicitado por ciudadanos libres sino por el Estado mismo a través de su partido. Sólo los incondicionales del régimen y un puñado de ingenuos participarán, la inmensa mayoría ciudadana no se prestará al juego gubernamental aunque acusen al INE de este fracaso.

Lo que sí fue verdaderamente grave es que usaran un avión de la Guardia Nacional (XC-PFM) para llevar a dirigentes partidistas e incluso a un funcionario de primer nivel en activo, no de vacaciones, a participar en al menos 8 mítines partidistas durante los últimos quince días. Incluso quien ocupa la Secretaría de Gobernación en uno de ellos se atrevió a amenazar al INE, cuando su papel es conciliar. El actual régimen se atreve a lo que los gobiernos priistas nunca intentaron: usar bienes públicos para hacer propaganda partidista. Ciertamente son distintos, son peores. Y lo hacen  ostensiblemente como si no violaran la ley, o que no les importa hacerlo pues no serán reconvenidos.

Es cierto que el inquilino de Palacio tiene secuestrada la agenda nacional con su narrativa mañanera, pero cada acto violatorio de las normas que nos rigen convence a cada vez más ciudadanos de la iniquidad de este gobierno, invitándolos a proceder en consecuencia. No debe extrañar que baje constantemente su popularidad y que el próximo domingo ésta se estrelle con la realidad a pesar del acarreo de votantes planeado. Quienes no han caído en el fanatismo de sus seguidores darán prueba de ello.


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