Con el invierno cada vez más cerca, los principales países productores miran lo que pudiera ser una crisis mundial de gas natural, pues su uso es vital para la industria eléctrica y la calefacción, pero no hay suficiente combustible para reabastecer las existencias agotadas durante la pandemia antes de que llegue el frío.
Ante dicho contexto, en Europa ya es una realidad y los gobiernos advierten sobre apagones y cierre de fábricas. Los precios del gas en el continente se dispararon casi en un 500% en 2020 y las instalaciones de almacenamiento europeas se encuentran en niveles históricamente bajos para esta época del año, según medios internacionales.
En este escenario, México podría no sólo verse afectado, sino sin margen de maniobra, pues el 60% de la generación eléctrica depende del gas natural, y poco más del 70% del gas natural que se consume a nivel nacional proviene de Texas.
El problema es mayor si se tiene una radiografía de la política energética de la actual administración, pues el país tuvo la intención de convertirse en una nación gasera y construyó ductos, bajo el planteamiento de abrirle las puertas a la iniciativa privada para que participaran en este sector, incluso se creó una política de almacenamiento para que el país pudiera estar preparado ante cualquier emergencia y disminuir el riesgo de la dependencia de importaciones, sin embargo, con la llegada de la 4T, todo lo anterior quedó en el olvido.
Por decir de algunos expertos, México vive sin ningún tipo de protección frente a esta enorme dependencia, se acabaron las licitaciones de energía renovable, no hay nada que proteja a México de la volatilidad de los precios del gas natural, es decir, estamos absolutamente expuestos si el gas sube o escasea, más si se toma en cuenta que nuestro país está entre los 10 principales consumidores del mundo.
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