Con Peña, entramos al club de países más frágiles

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En casi tres años la administración ha derrochado el capital que significaba la imagen internacional de estabilidad macroeconómica, social y política.

Nada mejor que un optimismo bien documentado. Hace algunos días, los medios informativos nacionales, sobre todo aquellos especializados en economía y finanzas, dieron a conocer que nuestro país ha sido incluido en un selecto club de países. No, no ha pasado a ser el sexto integrante de los BRICS, ni tampoco es de nueva cuenta miembro del Consejo de Seguridad de la ONU.

El grupo a que nos referimos, desafortunadamente no es uno al que ningún país quisiera pertenecer, pues comprende a las cinco economías emergentes más frágiles, cuya lista está elaborada por la consultoría norteamericana JP Morgan Asset Management (JPMAM). Los otros cuatro integrantes son Colombia, Turquía, Sudáfrica e Indonesia.

Las razones que ha esgrimido JP Morgan para otorgarnos tan poco grata distinción, son entre otras cosa, el que su índice de cobertura de reservas —sus reservas de divisas divididas con respecto a su déficit de financiación (el capital necesario para equilibrar su déficit por cuenta corriente, reembolsar la financiación a corto plazo y compensar cualquier agotamiento de la inversión extranjera directa)— es de apenas 1.6 años.

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Para comparar, en otra economía petrolizada como Rusia, que se supone está en una situación económica más crítica, el índice es de siete años.

¿Pero qué no presumíamos que nuestras reservas eran históricamente altas? ¿Qué no afirmaban las autoridades que nuestras reservas, sumadas a las líneas de crédito disponibles, nos blindaban ante cualquier turbulencia financiera externa?

Esta estrechez se ve agravada, según la consultora, por el hecho de que nuestro tipo de interés real está cercano a cero, dejándonos poca flexibilidad para recortar las tasas si la economía se debilita aún más.

Siendo honestos, ante el próximo aumento de las tasas norteamericanas, aunque nuestro crecimiento siga siendo decepcionante (cosa que para desgracia de 120 millones de desesperanzados mexicanos parece que no va a cambiar) el Banco de México deberá aumentar también los tipos de interés locales, con tal de evitar una salida masiva de capitales.

Definitivamente, ante un mayor costo del dinero, menores precios del petróleo, mercados mundiales en lenta expansión y unas autoridades económicas en extremo ineptas, la terca realidad nos dice casi a gritos que el crecimiento económico es algo que no tendremos el gusto de ver en el corto plazo.

Serán por lo menos dos o tres años más de lo mismo que hemos estado viviendo desde los años ochenta, con aumentos del PIB cercanos al 2%, si bien nos va.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esta membresía que nos endilgaron sin haberla solicitado? Hablando en plata, al colocarnos en el club de los cinco, los analistas especializados están ubicando a México como un país de alto riesgo para los inversionistas, con lo cual la atracción de capitales será cada vez más difícil, conforme nuestro panorama económico se vuelva más sombrío.

No cabe duda que la estrella de México en el mundo bajo el régimen peñanietista, ha perdido prácticamente todo su brillo. En cerca de tres años, la presente administración ha derrochado en buena medida el capital que significaba la imagen internacional de estabilidad macroeconómica, social y política que tanto sacrificio había costado a la población.

Estamos empezando a ver que a la gran desconfianza que internamente vive la sociedad mexicana hacia su gobierno, ahora se está sumando la desconfianza hacia el país que está incrementándose a pasos acelerados entre la comunidad internacional, llámese inversionistas, empresas, gobiernos, organismos multinacionales u organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Ya ni siquiera nos queda el consuelo de poder ser candil de la calle.

Lo que más está pesando en la evaluación negativa de los analistas y líderes de opinión de otros países y que de alguna u otra manera se refleja en aspectos como los ataques especulativos contra el peso, es la percepción sobre el presidente Peña y su equipo de colaboradores. 

A éstos, que llegaron a elogiarlos casi como los salvadores de la patria, ahora los perciben como débiles, corruptos, faltos de ideas, desprestigiados y sin autoridad moral, quienes ante las crisis de diversa índole que les ha tocado enfrentar (muchas de ellas desencadenadas por su propia torpeza) han perdido definitivamente la brújula, estando inmersos en una debacle irreversible cuando todavía faltan más de tres largos años para el relevo sexenal.

Aunque empezarán a dar resultados las reformas estructurales, parece que ya la suerte está echada. ¿Cómo sorteará la administración peñista el temporal? Es una pregunta que parece que nadie puede aún responder, dado que nadie en el gabinete parece darse cuenta que el fuego ya llegó a los aparejos, y seguirán nuestro funcionarios nadando de muertito un buen rato…

Cambios en el PAN

Por último, aprovecho este espacio para agradecer al presidente saliente del PAN, Gustavo Madero, por su liderazgo y compromiso con México y su transformación, quien logró enfrentar exitosamente este delicado periodo de transición. Muchas gracias, Gustavo.

De igual manera, quiero externar mis felicitaciones a Ricardo Anaya, quien con el apoyo abrumadoramente mayoritario de la militancia, aunado a su talento e inteligencia, guiará al partido hacia su consolidación y a una aún mayor cercanía con la ciudadanía, con lo que seguramente el panismo se posicionará como la mejor alternativa política hacia el 2018. Es la hora de luchar.


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