CDMX, engaño constitucional

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Lo que mal empieza mal acabará. Comenzaron por prostituir palabras y conceptos. Primero, no es original el nombre de la «ciudad de México», así le llamó a la capital la Constitución más conservadora de la historia del país, aquella jurada «en el nombre de Dios Todopoderoso» en 1836. Segundo, la publicidad tampoco es novedosa y dejó ver el gen demagógico y populista que querrán imprimirle a ese texto, pintar anuncios con «la Constitución somos todos» recuerda el lema de campaña del presidente José López Portillo, «la solución somos todos». Algunos que aplaudieron entonces a López Portillo están encargados de redactarla. Y tercero, llamar «asamblea constituyente» al órgano facultado para aprobar esa Constitución es un exceso, porque no es fundante, ni base, ni principio, ni origen de nada; la legitimidad y poder de esa asamblea capitalina se la otorga la Constitución General de la República, y entonces es y será un «poder constituido», pero de ninguna manera un «poder constituyente».

La ciudad ha cambiado políticamente en la últimas décadas, en forma lenta pero en la dirección correcta, gracias a impulsos cívicos modestos, limitados, pero ciertos. Vender utopías y estridencias siempre acaba mal. «Sobre-ideologizar» la prestación de algunos servicios públicos, que exigen sólo eficiencia, podrá satisfacer narcisismos políticos, pero no igualará la vida de los capitalinos.

Cuando ocurrió el doloroso terremoto de 1985 que, sin duda, le cambió el rostro al Distrito Federal, sus habitantes y ciudadanos no sólo no votábamos por nuestras autoridades locales, sino soportábamos a gobernantes designados libremente por el presidente de la República. En aquel año Miguel de la Madrid lo mismo había designado a Ramón Aguirre, jefe en el DF, que a Porfirio Muñoz Ledo embajador en Naciones Unidas, o a Cuauhtémoc Cárdenas gobernador en Michoacán; hoy, esos dos expriistas, junto a otras personas, algunas de ellas verdaderos profesionales en sus ramos, redactan un proyecto de Constitución. Preguntas metodológicas: ¿para qué registraron Plataforma Programática en el INE los partidos, si ya escribe un grupo la Constitución?, ¿ya saben qué oferta tendrá mayoría?, además, ¿alguien ya le pidió su «3 de 3» al coordinador general de Asuntos Internacionales del Gobierno de la CDMX, que también escribe ese proyecto de Constitución?

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No hace falta ser adivino para advertir el contenido de esa Carta Magna. Será fuente de populismo constitucional, donde a borbotones saldrán derechos para los capitalinos y dejarán colgar una que otra gota de deberes. Blindarán los programas de asistencia social: uniformes, útiles escolares, zapatos, pensiones. El gasto social encontrará abrigo y «comprensión» en el texto constitucional. Consagrarán como derecho humano capitalino el subsidio gubernamental. Elevarán a rango constitucional el derecho a la libre manifestación callejera sin importar el derecho distinto de otros habitantes y transeúntes. Si los invasores del Auditorio Justo Sierra de la UNAM quieren mudarse a «tomar» el Palacio de Bellas Artes, ¿qué advertencia les esperará en una Constitución patrocinada por el exrector Juan Ramón de la Fuente?

La nueva Ley fundamental de la capital del país no protegerá la propiedad privada, ni la competitividad, mucho menos la iniciativa para crear y promover empleos. No «uberizará» la política. Uber es un riesgo para las mafias, los liderazgos y los parásitos de las nóminas gubernamentales. ¿Alentará la competencia, el buen servicio, la cuota libre? ¡No! El Registro Público de la Propiedad y de Comercio seguirá como está. No se exigirá elevar el nivel de la calidad en las universidades, nadie protegerá a las escuelas particulares, tampoco colaborará la CDMX con los gastos de la UNAM, como hacen otros estados con sus universidades públicas. Como el ingeniero Cárdenas y el licenciado Muñoz Ledo no participaron en la primera Constitución «social» del siglo XX firmada en Querétaro en 1917, ahora se darán vuelo al suscribir privilegios sin obligaciones, quieren su foto en la primera Constitución «social» del siglo XXI. Los espera el umbral de la historia…

Descanse en paz Néstor de Buen. Aquellos panistas que se desviven por el abrazo de las manos zurdas e imploran alianzas al PRD, deberían leer la iniciativa de reforma laboral que redactaron Néstor de Buen y los panistas Juan de Dios Castro y Gabriel Jiménez Remus. Entenderán qué es un pacto útil y condenarán las naderías, como esta Constitución de la CDMX.


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