Candidatos, responsabilidad de los partidos

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Escribo a un mes de iniciada la tragedia de Ayotzinapa. La solidaridad con el dolor de las familias de los muchachos desaparecidos se ha manifestado de distintas formas, especialmente la de los jóvenes a través de expresiones en sus universidades o en las calles. Además de lo que le corresponde a la administración de justicia, la responsabilidad se extiende sin duda a los partidos políticos sobre todo en esta época de decisión sobre candidatos. El no servirse del dolor para intereses partidistas es loable, pero no tiene ningún sentido si no hay esfuerzos políticos reales en la selección de candidatos por parte de los partidos.

El PAN, a través de su presidente Ricardo Anaya, ha propuesto diseñar un blindaje que prevenga la intromisión del crimen organizado en la postulación de candidatos. Este posible acuerdo es muy importante porque los partidos deben garantizar la solvencia de quienes proponen.

En muchas ocasiones en la política partidista se oyen cosas como: “si quieres ganar ponte de acuerdo con X, es medio tramposo pero maneja mucha gente”, o “él es mucho mejor persona, pero le faltan “operadores” (léase quienes controlan las decisiones electorales de otros, donde lo acordado por el “líder” sustituye la libertad de los “operados”). Podemos seguir y seguir: “él te puede apoyar con algo más que con votos”, “¿cómo hizo su dinero? no sé, pero tiene mucha gente”, “no nos gusta, pero si no lo postulamos, ya el otro partido le ofreció la candidatura”, “es que es el único que puede ganar, tiene todo el dinero para hacerlo”, “si no lo quieres integrar, allá tú, pero controla el padrón interno, si te lo quedas tienes al estado en tu mano”, “no es muy confiable, pero es con el único que podemos ganar”. Seguir estos comportamientos no sólo es entregar un partido a intereses particulares, también puede ser entregar la política y por tanto la vida nacional a los peores intereses.

Espero que el PAN sea responsable. Todos los partidos deben serlo, pero el PAN es el que más me interesa porque soy panista por convicción. Acción Nacional no tiene por qué avergonzarse al exigir estándares éticos en sus candidatos, en sus dirigentes y en sus representantes. El temor a la etiqueta de “conservadores” —que no lo somos— ha generado un complejo de inferioridad que nos hace dudar de nuestras convicciones y nos ha hecho más laxos en nuestras exigencias al postular un candidato; el requisito de “un modo honesto de vivir” empieza a no importar tanto y se valora más la posibilidad de control político o la de ganar. Si queremos distinguirnos, no basta decir lo obvio, de que en el PAN puede haber buenos y malos. Se trata de que nuestros candidatos sean seleccionados de tal manera que prevalezcan los buenos. La ética de un candidato no significa que sea conservador ni que sea perfecto, ni que no pueda equivocarse, es ética. Es conducirse con bien, es buscarlo en cualquier circunstancia, bajo principios elementales y con congruencia de vida.

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En otros países, los ciudadanos son muy duros con quienes buscan un puesto de servicio público: es frecuente que el comportamiento en la vida privada termine con carreras políticas. En México, la exigencia debe ser fuerte por todo lo que enfrentan. El servidor público es un ciudadano, sí, pero es un ciudadano con poder y se le puede y debe exigir más.

Según las encuestas, en México los partidos son las instituciones que tienen el menor nivel de confianza de los ciudadanos. Es grave porque propicia la aparición de caudillos iluminados, populismo y hasta dictaduras. No es que los ciudadanos deban tenerles confianza y ya; es deber de los partidos ganarse su confianza. La postulación que hagan los partidos de candidatos con principios éticos será fundamental para recuperar esa confianza. Cuando se falla al postularlos, las consecuencias pueden ser enormes y a veces inimaginables, como en el caso de Iguala.


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