¿Ardid, deseo o expectativa?

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El dicho que en la guerra y en el amor, todo se vale, nos obliga a buscar distinguir simples ardides de lo deseado, y sobre todo de la realidad. Aunque en el México de hoy por desgracia aún se libran guerras reales, en las que hay muertos y heridos, también otras contiendas que debiendo ser más nobles, siguen al pie de la letra el mencionado dicho.

Quienes con afán se dedican a ensuciar el nombre y la fama de sus contrincantes no sólo logran les contesten de modo similar, sino que quien más sale perdiendo es la actividad a la que se dedican. Nunca se ha visto que una cadena de tiendas señale la falta de higiene o calidad de su competencia; quizá hará énfasis en sus cualidades para destacarse, pero no desatará una campaña de lodo que sólo daña al comercio en general.

Pero lo que no vemos en el comercio ni entre médicos ni en la venta de automóviles sí lo vemos con demasiada frecuencia en la actividad que debiera ser la más noble de las que realiza el ser humano: el servicio a los demás. En estos momentos en México, y en muchos otros países, la simple mención de la palabra política despierta animadversión y rechazo.

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En vez de que esta actividad mereciera el reconocimiento de todos, se ha convertido en guerra de lodo que ha convertido a la política en estercolero.

En vez de que la política contribuya para el bien común como lo planteó Aristóteles, en estos momentos sólo busca ganar a toda costa el predominio sin mirar en los medios y mejor se acerca a la definición de Hobbes que define al hombre como el lobo del hombre y de la guerra de todos contra todos. Es una verdadera tragedia la que nos ha tocado vivir.

Nada se escapa de ser utilizada en esta guerra sin sentido, y las encuestas que debieran ser técnicas y asépticas, ahora están manipuladas y llenas de intención. En vez de que las encuestadoras dieran resultados similares producto de un trabajo profesional, ahora mejor escogen «universos» sesgados, hacen preguntas a modo y extrapolan resultados para que estén al gusto de quien las ordena y paga.

En esta campaña electoral hemos visto una diversidad absurda de resultados de encuestas, en especial donde hay una competencia cerrada entre dos o más candidatos. Si bien prácticamente sólo los candidatos siguen las encuestas distritales, las que abarcan competencias estatales son atendidas por muchos, incluyendo los medios. Y en estos momentos en que más de la cuarta parte de las entidades federales decidirá sus nuevos gobernadores, éstas atraen la atención del resto de la república.

Y es precisamente en esas 9 entidades donde se ha desatado la guerra de encuestas que sorprende por lo diverso de sus resultados. Si dos encuestas supuestamente profesionales dan resultados muy distintos quiere decir que al menos una no dice la verdad. Ya urge una legislación que sancione fuertemente a quienes mienten.


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