Ante tanta confusión ¿por quién voto? (1)

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Las guerras sucias van desde los sarcasmos, las burlas sobre los candidatos, pasando por la descalificación hasta la mentira y la injuria extrema. Por esto hay que tener mucho cuidado al tomar la decisión del voto. No está mal el llamado a analizar las propuestas de cada candidato, en vez de dejarse manipular por la propaganda a favor o en contra de los demás candidatos. La verdad esto es fundamental, pero no suficiente.

Dentro de la enorme turbulencia mediática, social, de pláticas de café e intercambios de opiniones y posiciones en redes sociales, con defensas y ataques, hay voces que invocan el buen sentido, la serenidad y la reflexión para las elecciones próximas.

Las guerras sucias van desde los sarcasmos, las burlas, pasando por la descalificación hasta la mentira y la injuria extrema. Por esto hay que tener mucho cuidado al tomar la decisión del voto.

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Apoyos, ataques y opiniones

A ello se suman las exhortaciones, los apoyos y la solidaridad con uno u otro candidato, como muestras de simpatía personal o de respaldo a quien, sin así decirlo o hasta pensarlo, se considera “el menos malo”.

Existe además una guerra propagandística propia de los partidos políticos, sus organizaciones satélites y de los propios candidatos o aspirantes a serlo, pidiendo el apoyo primero y luego el voto para llegar a los comicios.

A todo esto se agregan las campañas, soterradas, abiertas o descaradas, de organizaciones de radio y televisión, prensa escrita y electrónica en la red, y grandes cantidades de opiniones de todo tipo, calidad y autenticidad de periodistas: editorialistas, columnistas, conductores de programas al aire y sus invitados a dar sus puntos de vista

También sumamos opiniones ofrecidas por representantes, voceros o dirigentes de la sociedad civil, incluyendo el medio académico y el religioso. Adicionemos opiniones, defensas, ataques y diatribas de personas conocidas, que no necesariamente (la mayor parte de las veces), tienen calidad, sabiduría o información confiable, pero que dicen lo que en ese momento piensan o creen que la gente quiere oír. Aquí incluimos artistas, actores, deportistas y hasta personajes venidos a menos que quieren estar presentes.

Todavía hay que sumar las voces de los amargados, los desilusionados, los frustrados, los inconformes y los anarquistas (muchos no saben que lo son), los cuales piden anular el voto o simplemente abstenerse de votar para “castigar a la clase política”; que insisten en cosas como lo inservible de la partidocracia, o las luchas intestinas dentro de los partidos,

Lo que en moderno lenguaje político se conoce como “políticamente correcto”, influye en las posiciones que toman las personas o los voceros de organizaciones de todo tipo.

Sin embargo, en México parece que más para mal que para bien, esta “corrección política” se deja a un lado, igualmente en México, como en otras sociedades, se ha perdido el respeto para las personas que tienen investiduras institucionales, como la del presidente de la república, (aunque el “¡cállate chachalaca!” de Andrés Manuel contra

Vicente Fox le restó muchos votos en el 2006).

Analizar las propuestas, se pide

A todo esto se agregan voces que piden algo en particular: que el ciudadano reflexione sobre las propuestas de los candidatos, las analice y vote por quien tenga las mejores.

Esta es una buena idea, sobre todo porque parece ser que la sociedad recibe más descalificaciones y ataques contra los candidatos que opiniones serenas de apoyo a las propuestas y méritos de uno u otro.

No está mal el llamado a analizar las propuestas de cada candidato, en vez de dejarse manipular por la propaganda a favor o en contra de los demás candidatos. La verdad
esto es fundamental, pero no suficiente.

La razón es que la misma sociedad sabe lo fácil que es prometer el sol y las estrellas.

Las propuestas electorales pueden tener mucho de razonable pero tienen también mucho que va desde ingenuo y engañoso hasta completamente absurdo, irrealizable, pero que suena bien si no se examina. La simpatía (o antipatía) hacia los candidatos puede hacer que emocional, más que racionalmente, un ciudadano decida votar conforme lo que se le ofrece o promete.

Primero que todo, el ciudadano debe reflexionar sobre la validez, posibilidad real y compromiso de las propuestas de gobierno de cada candidato que le interese. Muchas veces, los políticos, los analistas y los amigos insisten en esto, que se busque información, pero ésta no está al alcance de la mayoría de la gente, ni siquiera para buscar datos e informes en la Internet, como en el Google.

Para ayudar al ciudadano y facilitarle la vida electoral, los partidos deben ofrecer, junto a su plataforma o plan de gobierno que tienen sus candidatos, dicha información. Sin embargo, el ciudadano reflexivo sabe que tales promesas e informaciones pueden estar manipuladas para convencerle de votar por ellos.

Qué más hay que tomar en cuenta

Pero hay algunos caminos para que el ciudadano reflexione, sobre todo mediante la observación de varias cosas. Estas incluyen la situación real (hasta donde es posible conocerla) del país, del mundo, de los mismos partidos y candidatos y de la actitud que puede esperarse de otros actores influyentes sobre la política práctica.

Por ejemplo los candidatos al Poder Ejecutivo (de donde sea), ofrecen cosas que están fuera de sus facultades de decisión, como es modificar leyes y hasta la misma Constitución. Estos cambios estarán en manos de los legisladores, no del Poder

Ejecutivo. Si el candidato pudiera ofrecer al votante que su partido puede tener también el control del legislativo, para que le aprueben sus propuestas, entonces debe ofrecerlo así al ciudadano, de otra forma son ofertas políticas inválidas.


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