Años de la Plata Dulce

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Los argentinos se refieren al tiempo «de la plata dulce» (1976-1983) cuando podían recorrer el mundo gastando menos que en su propia tierra.

Los mexicanos también pasamos por tiempos similares a fines del «desarrollo estabilizador» (1976), cuando el único producto barato era el dólar. Lo que no está tan claro para las nuevas generaciones de ambos países son las causas de las crisis económicas.

Cuando una persona se endeuda por encima de su capacidad de pago no es difícil que pierda lo adquirido con esos recursos, pero también puede perder otros bienes propios. Pero que un gobierno se endeude por encima de sus capacidades tiene aún más graves consecuencias. Debe estar consciente de que lo invertido producirá lo suficiente cómo para pagar lo adeudado, porque si falla no va a reconocer su fracaso y buscará un chivo expiatorio para explicar la debacle que suceda.

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Es peligroso dejarse llevar por la máxima capitalista de que «todo mundo puede hacer negocios si tiene dinero suficiente, pero la verdadera habilidad es hacer negocios con el dinero de los demás». Esta máxima la aprovechan todos los días desarrolladores inmobiliarios para hacer casas, edificios y fraccionamientos, vendiendo «el concepto» desde el tablero de diseño. Si reúne suficiente dinero y todo sale como lo planeó, la satisfacción será general; en caso contrario, pierden tanto el desarrollador como quienes compraron «el concepto».

Un gobierno no puede seguir ese procedimiento porque pone en riesgo no sólo la economía nacional, sino la individual de sus habitantes, en especial los más expuestos. En estos momentos de dificultades económicas por la caída de los ingresos petroleros, el gobierno mexicano debiera restringir el gasto público, pero en vez está apostando por terminar un programa carretero, que si termina y funciona como está previsto, será la obra del sexenio. Pero ¿y si falla? Me refiero no sólo a que no produzca los resultados esperados, sino a que la situación económica mundial se agrave, y el país quede endeudado más allá de su capacidad de pago.

El gobierno no muestra querer reducir su ritmo de gastos y sigue privilegiando el programa carretero (y a ciertas compañías constructoras) a pesar de repetidas advertencias de la necesidad de hacer economías. La más reciente la hizo el Banco de México: «No puede descartar que la volatilidad financiera internacional permanezca alta o se incremente», con la anotación de que «será necesario llevar a cabo los ajustes requeridos en las finanzas públicas».

En estos momentos los ajustes necesarios no son sólo en PEMEX, CFE y la estructura burocrática, sino también en establecer qué obras públicas son imprescindibles y postergar las demás antes que el destino nos alcance en forma de una fuerte devaluación y alta inflación. No sólo tiene que repensarse el programa de inversión en el nuevo aeropuerto, sino también en los cientos de carreteras y libramientos que se realizan.

En 1982 en Argentina la situación política y económica llevó al gobierno a invadir las Islas Malvinas para desviar la atención pública, mientras en México la caída de los precios petroleros llevó a acusar a los banqueros de haber creado la crisis. Si él gobierno sigue por el camino que va, se repetirá las historias de 1982 y culpará a otros de una falla que es exclusivamente suya.


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