Agenda 2030

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Asegurar la prosperidad de cualquier comunidad del planeta va más allá de las condiciones nacionales existentes. Conseguir el bienestar de los individuos depende de un orden mundial y de una transformación significativa de las políticas públicas, basadas en la corresponsabilidad de los gobiernos y la participación activa de las sociedades.

De ahí la importancia de que los países integrantes de las Naciones Unidas hayan aprobado la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, en el marco de la Asamblea General de la ONU, como un mecanismo de concertación multilateral orientado a alcanzar objetivos comunes en el desarrollo. Asamblea en la que participa México, por lo que las decisiones que se tomen en la misma y los efectos que de ellas provengan deben ser analizados.

Se equivocan quienes empujan en su agenda política la construcción de muros fronterizos, la segregación o el aislamiento. Los países integrantes han dejado de ser los antagonismos a vencer en el juego geopolítico de los gobiernos; por el contrario, las condiciones de seguridad y crecimiento de cada país son proporcionales tanto a la instrumentación eficiente de políticas públicas, como a la integración regional que logren conseguir. La estabilidad duradera del orden mundial es entonces, un continuo que parte de la política interior con su respectiva congruencia en la cooperación entre estados. Dicha cooperación dependerá de la comunicación y constante diálogo entre los mismos para la solución de problemas globales que impactan el futuro de desarrollo y crecimiento del mundo en el que vivimos.

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Y es que los riesgos serios provienen ahora de actores movilizados por ideologías religiosas extremas con tendencias a la realización de actividades terroristas, de redes logísticas dedicadas al trasiego ilegal de armas, drogas o personas, además de grupos sociales antisistémicos, cansados de la falta de oportunidades y de respuestas a sus demandas por parte del sistema institucional que les gobierna. Todos ellos inmersos en un mundo plenamente interconectado.

Por eso es de celebrar que la agenda 2030 ponga en el centro de su acción a las personas. Hombres y mujeres que vivan en dignidad, cada vez más lejos de la pobreza, del hambre e integrados plenamente a un progreso económico en equilibrio con el entorno natural, generado a partir de la cooperación multilateral.

El compromiso de los países firmantes, entre ellos el nuestro, es que “nadie se quedará atrás” por lo que habrá un esfuerzo mayor para los sectores rezagados. Los temas son diversos y cada uno de ellos tiene un impacto en el crecimiento de cada nación, desde la conectividad que brinda el internet, hasta las necesidades básicas del ser humano: alimento, vivienda y seguridad.

Ciertamente, no todo es miel sobre hojuelas. Las experiencias pasadas han mostrado los límites de este tipo de acuerdos. Por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo del Milenio se tradujeron en resultados de política pública desiguales, con alcances muy pobres en ciertas partes del mundo. También son evidentes los estrechos alcances del sistema internacional en la resolución pacífica de controversias, o bien, en contener agresiones armadas unilaterales contra terceros. Cierto es también que hoy las amenazas son más visibles y somos conscientes que la viabilidad del ser humano depende en gran medida de la coordinación efectiva que logremos establecer en el presente.

El fortalecimiento institucional, la mitigación de las causas del cambio climático, la seguridad duradera de las sociedades, se alcanzará sólo mediante la instrumentación de políticas públicas nacionales que encuentren sintonía con la corresponsabilidad internacional. Por el bien de nuestras comunidades, hagamos votos porque los 17 objetivos definidos para el desarrollo sostenible con cada una de sus 169 metas conexas, sean en el 2030 una meta cumplida.


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