No hay duda de la enfermedad, la polémica está en la cura… comenzando por si tiene. México ya no es un país democrático y la camarilla que hoy gobierna quiere perpetuarse en el poder mediante un régimen que estructuralmente se lo garantice.
La reciente entrevista a Ernesto Zedillo en el diario español El Mundo es, al respecto, didáctica e ilustrativa, pero el tema que ha saltado a la discusión es si el emergente régimen autoritario está destinado a perdurar muchos años o eso todavía está por verse. No niego rezones para el pesimismo, solo que las considero insuficientes para dar la batalla por perdida.
Julio Patán, en lucido texto (Esta izquierda no se va a ir nunca), los ve aferrados al poder durante décadas, “salvo, insisto, una catástrofe histórica”. Es decir, solo un acontecimiento telúrico que cambie drásticamente la situación podría frustrar sus intenciones de perpetuidad. La experiencia indica que tales regímenes prevalecen por mucho tiempo, no obstante las calamidades que traen para sus pueblos.
El fatalismo de Julio se sostiene por lo acontecido en los países del eje bolivariano durante un cuarto de siglo. ¿Pero acaso no estamos presenciando un cambio de época? La continuidad ha sido interrumpida y se están cayendo los alfileres que todavía sostienen a la geopolítica de la posguerra. Los tiempos actuales son de ruptura y, por lo mismo, de incertidumbre. Lo que llama “catástrofe histórica” no es hoy una posibilidad remota, estamos en situación inédita.
No digo que el panorama sea promisorio y nadie debe engañarse. Sin embargo, estamos en tiempos volátiles y, si de por sí la historia es caprichosa, con mayora razón nadie debiera dar por sentado que, lo que aplicaba hace una década, seguirá aplicando en la siguiente. No abogo por el optimismo sin fundamentos, rechazo la resignación derrotista.
El diagnóstico es sombrío y no puede ser de otra manera. El ex presidente Zedillo lo dice con claridad: López Obrador, en complicidad con Claudia Sheinbaum, acabó con la división de poderes, barrió con los contrapesos, eliminó cualquier atisbo de Estado de Derecho, atrofió el juicio de amparo, sometió a las autoridades electorales y se dispone a hacer una reforma para mantener su hegemonía en comicios controlados por el gobierno.
Además, militarizaron el país, asignándole a las Fuerzas Armadas tareas civiles en áreas estratégicas de altas rentas estatales, exponiéndolos a la corrupción para convertirlas –debido al presupuesto, los privilegios y la complicidad- en sostén del régimen. Tiene razón Patán al señalar esa característica como pieza clave de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Si Maduro pudo mantenerse en el poder tras su aplastante derrota electoral fue precisamente porque controla los poderes, las instituciones y las armas, tal y como, en efecto, sucede en México; pero hay otras cosas que analizar.
Zedillo sostiene que Morena reproduce lo peor del PRI sin tener ninguna de sus virtudes. Carece de proyecto nacional, no sabe a dónde dirigirse y, lejos de construir instituciones, las destruye. Su cohesión es, por tanto, caudillista y no es lo mismo que el líder opere desde las sombras. Además, la sucesión en el liderazgo real no parece resuelta con el desgaste del hijo heredero, vulnerable por la corrupción asociada a su persona. La unidad y gobernabilidad de ese amasijo de tribus e intereses, no pocos vinculados a grupos criminales, dista de estar garantizada.
La situación económica no puede sino empeorar por falta de crecimiento e inversión. La puerta de la migración hacia Estados Unidos está prácticamente cerrada y el descontento por la falta de oportunidades no tendrá salida. Al apoderarse de las autoridades electorales reducirán la confianza en los procesos y se dificultará la aceptación de resultados.
El nuevo régimen carece de legitimidad porque es producto de un acto golpista: la ilegal sobrerrepresentación que les permitió modificar la Constitución unilateralmente. Las cosas en el mundo, como dijimos, se están moviendo y muchas cosas pueden pasar. El obradorato quisiera durar toda la vida, pero, pese a que desmontaron la institucionalidad democrática sin mucha dificultad, nada está escrito.


































