500 diputados no ¿cuántos sí?

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Que los legisladores mexicanos, como los de otros países, son mal vistos, no es novedad. Las imputaciones, con verdad o no, acusándolos de todo lo despreciable política y socialmente, están a la orden del día. Esto ha llevado a que circulen campañas en la Red pidiendo la reducción numérica de diputados, en general a un mínimo que me parece arbitrario: 96.

Comparando el número de diputados federales mexicanos con los de otras naciones, semejantes o no a la nuestra, quinientos sí parecen ser más que los necesarios para cumplir la función legislativa. Pero los argumentos que se presentan contra ellos no se sostienen en general. ¿Por qué?

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Primeramente, porque no distinguen entre diputados que sí hacen bien su trabajo, los mediocres que algo o casi nada aportan y los que realmente logran ser diputados por los privilegios que ello conlleva, nada despreciables. Hay buenos ingresos, hay fuero, y sobre todo influencia política para hacer negocios o escalar otras posiciones de gobierno. Lo que suceda en la Cámara… les es lo de menos.

Una de las exigencias de los promotores anti-legisladores, es que desaparezcan los plurinominales. No les ven objeto, pero considero que ello se debe a no haber analizado el caso desde el punto de vista de la representatividad democrática en el legislativo. Y lo mismo vale para los senadores.

Una debilidad de la democracia como proceso de que la mayoría gana y decide y los demás pierden, es precisamente de que las tales minorías no tienen que ser pequeñas. Supongamos el caso electoral de tres fuerzas políticas con sus respectivos votantes, y que de una elección reciben el 40% una y las otras dos 30% cada una, para totalizar los votos válidos.

Ese sesenta por ciento de “perdedores” electorales, son más que el cuarenta por ciento ganador. Lo razonable es que los derechos de decisión, en este caso legislativos, tuvieran esa proporción. Para eso sirven las “primeras minorías”, por ejemplo. Pero lo óptimo es que las diversas corrientes políticas de la ciudadanía tengan voz y voto en los procesos legislativos con suficientes diputados.

De otra manera, se aplica la práctica de la mayoría “aplastante” que impone sus deseos, intereses e ideologías contrariando la voluntad de muchos, pero muchos ciudadanos. Es el fenómeno conocido como “mayoriteo”, que puede servir para bien pero en general para mal. Buenos ejemplos tenemos en México.

Para que la representación legislativa de la ciudadanía lo sea realmente, debe integrarse con suficientes diputados, para que todas las ideologías puedan tener voz y oportunidad de votar lo mejor para el bien común, y no lo provechoso para el partido dominante. ¿Cuántos diputados? Requiere un profundo análisis, pero no un número arbitrario, pequeño, “para ahorrar millones de pesos”.


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