124,300 millones de pesos

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El anuncio del Secretario de Hacienda fue contundente: el gasto público se ajustará en esa enorme cantidad a causa de la caída del precio internacional del petróleo. A pesar de una negativa inicial, las declaraciones del Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, lo hicieron corregirse. Quizá calculó que este precio internacional se recuperaría en poco tiempo, pero como todo apunta a que no va a
disminuir pronto, no este año ni el próximo, decidió hacer el aviso.

El petróleo sigue las reglas del mercado: si escasea sube de precio y si abunda, desciende. En los últimos 6 años la demanda hizo que su precio internacional subiera de 25 a alrededor de 100-120 dólares por barril, pero desde agosto de 2014 la oferta no ha dejado de aumentar y por tanto, el precio se ha desplomado. En pocos meses cayó a la mitad.

Ni la Secretaria de Hacienda -ni ninguna otra entidad gubernamentalprevió el incremento de la producción mundial de crudo por la entrada de volúmenes que no habían estado presentes por años (Irak, Irán, etc.) y menos del ingreso de la novedad del siglo XXI: la extracción de aceite de los depósitos de esquistos. Este sistema requiere de inversiones menores que las de aguas profundas y comienza a producir en muy poco tiempo, lo que permitió no sólo inundar el mercado con enormes volúmenes, sino hacer autosuficiente al mayor consumidor de crudo: los Estados Unidos.

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A pesar de que la entrada del nuevo producto hizo comenzar a bajar el precio mundial del petróleo, ningún productor en todo el mundo aceptó reducir su producción. A pesar de que sabían que de no hacerlo el precio seguiría bajando, quizá hasta los 6 dólares por barril que tuvo hasta 1973.

Los países que redujeron su exportación, como Indonesia o México, lo hicieron porque aumentó su consumo interno o bien disminuyó su producción. Así que el mercado siguió inundado y los precios bajando.

Las finanzas mexicanas tomaron ventaja de los altos precios del petróleo a partir de 1983. Desde entonces buena parte del presupuesto de ingresos está cubierta por la exportación de petróleo, hasta llegar a casi al 40%, una cantidad temeraria ante un mercado incierto. Sin ser primera vez que la baja de precio sacude al gobierno mexicano, quizá es la más grave.

Ahora va a tener que recortar tanto el gasto público como la inversión porque no hay recursos suficientes para todo lo previsto. Aunque sea sólo un 0.7 % del total, va a constreñir la actividad económica de todo el país.

Hacienda calcula que el PIB nacional caerá menos de un 0.5 % sobre la previsión original, pero analistas consideran una disminución mayor, cercana al 0.7%. En ambos casos significa que el país no volverá al crecimiento de sexenios anteriores, quien sabe por cuantos años más.

El Secretario informó que la reducción en inversiones federales será del orden de 43,500 millones de pesos, mientras que la mayor parte será en gasto corriente (sueldos, rentas, compras etc.). Ambas reducciones afectarán tanto a empresas paraestatales (CFE y PEMEX) como Secretarías; tendrán un gran impacto en las actividades económicas del país, de grandes constructoras a humildes peones. Muchos perderán su empleo y se dejarán de construir obras programadas para este año, si bien se mantiene la del nuevo aeropuerto -a pesar de las críticas al sitio escogido- y buena parte del proyecto carretero en construcción.

El ajuste ocurre en mal momento para el gobierno y su partido: justo cuando habían calculado que las distintas reformas aprobadas el año anterior darían fruto antes de las elecciones del 7 de junio. Ahora tienen que reconocer que no será así y que llegarán mucho menos preparados para levantar el ánimo popular que los hubiera llevado a ganar la mayoría del Congreso. Tampoco gobernadores y alcaldes están de plácemes pues el recorte también los alcanzará: bajarán las aportaciones federales y tendrán menos recursos.

Aprendamos la lección: los ingresos por exportación petrolera deben usarse sólo para invertirse para el desarrollo del país, nunca más para financiar gasto corriente. Seamos conscientes de que el petróleo un día se acabará, y lo que se obtenga antes de esa fecha deberá quedar como herencia a las futuras generaciones.


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