¿Y el dinero de ‘El Chapo’? ¿Conoce México el monto de la fortuna?

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Todos dicen que existe, pero nadie sabe dónde está.

Todos dicen que es mucho dinero, pero nadie conoce el monto.

Todos hablan de una de las fortunas más grandes del mundo, pero nadie puede probar ni su existencia ni su tamaño.

Lo que está a la vista de todos es que Joaquín Guzmán Loera dispone de dinero ilimitado para construir túneles, pagar seguridad, comprar información, soplones, silencio, matarifes, indulgencias, iglesias, sacerdotes, policías, políticos, aviones, casas, submarinos, películas… y no pocas conciencias.

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También todos saben que en El Triángulo Dorado —Sinaloa, Durango Chihuahua y el rancho La Tuna—, El Chapo es la versión moderna de Robin Hood o Chucho el Roto; ladrones “buenos” que daban a los pobres lo que quitaban a los ricos.

Saben que para hacer posible el negocio criminal de las drogas —del que El Chapo es rey—, El Chapo debe pagar no sólo informantes y protección, sino contar con una estructura financiera mínima, que incluye contadores, bancos, empresas y sobornos para torcer todas las leyes posibles, sobre todo las leyes financieras.

Por eso, nadie creería que El Chapo tiene su dinero arrumbado en cuartos en donde fajos de dólares se amontañan —como el caso de Zhenli Ye Gon—, o en una bóveda como Rico McPato. No, según estudiosos de las grandes fortunas —como la de El Chapo—, el criminal es aliado de importantes empresas, respetados y reputados hombres de negocios y políticos —locales y extranjeros—, que no sólo lavan sino invierten dinero del cártel criminal.

¿Dónde está el dinero de El Chapo? ¿Quiénes son socios financieros del rey de la droga? ¿Qué empresas sirven de pantalla? ¿Quién o quiénes son los padrinos políticos de El Chapo? Nadie lo sabe, a pesar de que ayer el titular de Hacienda, Luis Videgaray, presumió que la dependencia a su cargo también hace lo suyo en el caso de El Chapo.

Sin embargo, el papel de Hacienda no aparece por ningún lado y, por ejemplo, una de las grandes dudas de la recaptura de El Chapo es el tiempo transcurrido entre su detención y la presentación ante el Ministerio Público. Se sabe que entre los dos momentos pasaron por lo menos 12 horas. Pero no se sabe quién lo entrevistó, qué respondió; no se sabe si llevaba documentos o archivos; si en su casa había información de sus socios, aliados o amigos; no se sabe cuántos servidores públicos y de qué rango lo entrevistaron, no se sabe qué buscaban u ocultaron esos servidores públicos; no se sabe si acusó a políticos, banqueros, hombres de empresa, sacerdotes.

Lo que se sabe es que si El Chapo es extraditado, el gobierno de Estados Unidos buscará debajo de las piedras para quedarse con su fortuna, cuyo monto y ubicación seguramente conocen los estadounidenses; monto y localización que el gobierno de México ignora.

Y cómo no está reprobado México en materia de lavado de dinero, si el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de la SHCP se llama Alberto Bazbaz Sacal, el mismo que siendo procurador mexiquense no pudo encontrar a la niña Paulette. ¿Se acuerdan? Si no encontró el cuerpo de la menor, ¿podrá encontrar la fortuna de El Chapo?

Todo ello a pesar de que según la Convención de Palermo —tratado multilateral creado en el año 2000 por la ONU contra el crimen organizado trasnacional—, en 2016 el Grupo de Acción Financiera Internacional contra el lavado de dinero (GAFI) llevará a cabo una evaluación sobre las prácticas de lavado en México.

México será reprobado en lavado de dinero.

Al tiempo.


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